Correr y escribir por solidaridad
La experiencia que trataba de buscar yendo a una cita mundialista, ha superado con creces los planteamientos iniciales, tanto a nivel de marcas obtenidas, como a nivel emocional.
Con gran eco entre mis amigos, entre mis seguidores en las redes sociales, y también entre los medios de comunicación, a los que quiero dar un GRACIAS enorme por su difusión, volé hacia Budapest, con una alegría inmensa, porque había conseguido varios objetivos en uno.
En primer lugar, en el plano deportivo, no me lesioné durante los siete meses de preparación, algo difícil de conseguir máxime cuando uno se mete a trabajar en la pista de tartán. El buen hacer de mi entrenador Fernando Álamo, seguro que ha tenido mucho que ver también, y pude llegar en óptimas condiciones.
En segundo lugar, mi Proyecto Budapest estaba funcionando como nunca habría imaginado, con numerosos apoyos y con una repercusión inusitada.
Y en tercer lugar, la base para el inicio de la redacción de mi obra, también había venido ya a mi mente, con lo cual, embarcaba en el avión como un niño pleno de ilusión, y tranquilo a la vez porque el trabajo lo había hecho bien, y tenía que salir bien.
Llegué a Budapest un lunes por la noche, y el martes por la tarde debuté en las series clasificatorias de 800 metros lisos. Intentar narrar las sensaciones que afloran en una situación así es tarea complicada, pero la mezcla de fuerza en el calentamiento, nervios en la mente, expectación en la cámara de llamadas, protagonismo en los minutos previos ya en la pista, tensión ante el pistoletazo de salida, y pasión corriendo por la calle dos, podría resumir cómo se desarrolló mi carrera.
Lo de menos es el resultado, que fue bueno, porque rebajé mi marca de la presente temporada en cuatro segundos, cuestión complicada en pruebas de esta índole (2.20.60 tiempo oficial). Lo mejor sin duda es haber llegado, haber podido disfrutar de la experiencia de compartir serie con atletas que han sido olímpicos por sus países, internacionales cuando menos, auténticas figuras de relumbrón, que están al lado tuyo, y que además son más que accesibles. Un lujo que se da en el atletismo.
Como yo era consciente de que podía quedarme en series y no pasar a la final de la prueba, había guardado un as en la manga: me había inscrito también al 3.000 metros lisos, que se disputó el jueves. Nadie lo sabía, ni mi entrenador, a quien se lo desvelé sobre la marcha, porque quería disfrutar de esta segunda oportunidad en soledad, en mi fuero interno.
Y qué gozada pude vivir en esta carrera, compartiéndola con uno de los más grandes atletas españoles, que es Fabián Roncero, poseedor aún del récord de Europa de Media Maratón, con unos increíbles 5952 que consiguió en el año 2001 y que nadie ha sido capaz de rebajar aún.
Corrí estupendamente las 15 vueltas al tartán, y pude conseguir lo que pensaba que podía alcanzar, rondar los 1030 (10.28.22 tiempo oficial), que para un atleta como yo, no está nada mal.
Y hasta ahí llegó la competición deportiva, pero en paralelo, en un Mundial de estas características, se pueden vivir otros momentos, igual de placenteros o más. Son los que tienen que ver con disfrutar de los demás, de esas personas de cierta edad y de mucha edad que participan.
He podido asistir a instantes de una emotividad especial, como la serie de 200 metros lisos en la que toman parte en la categoría de 90-99 años tres hombres, vestidos con sus indumentarias de atletas, con todo su genio y su raza, deslizándose a su ritmo por la pista, mientras la grada completa se pone en pie, más de 500 personas en ella, y jalean a todos ellos, con caras de auténtica admiración. Después de estos tres hombres nacidos al albor de la Primera Guerra Mundial, hicieron lo propio dos mujeres, misma distancia y mismas edades, y ocurrió lo mismo: vítores, ojos llenos de agua, y desbordada pasión entre los asistentes.
Así han tenido lugar muchas carreras, en las que uno puede pensar que estos abuelos y abuelas, se merecen un reconocimiento como nadie, porque si ya es difícil incluso llegar a esa edad, más es poder practicar un deporte, y más aún, viajar desde sus países, ponerse de corto, saltar a la pista, y asombrarnos a todos con su energía.
Ha habido innumerables momentos más de alegría, de emoción, de recuerdo, de turismo por una ciudad única, de camaradería con atletas de medio mundo, de logros conseguidos una experiencia que he ido contado por las redes sociales casi en vivo, y que ahora pienso seguir contando en persona a todos aquellos que me quieran escuchar, porque como me han comentado algunos amigos, casi lo podemos vivir también nosotros en directo escuchándote a ti.
Ahora, me centro ya en la fase final de mi Proyecto Budapest, que es la creación literaria, en la que ya estoy, pero de la que prefiero no dar ningún detalle, excepto que Suena música de piano en casa. Alguien lee algo. Está triste e intrigado , y hasta ahí puedo leer
Sigo también pidiendo apoyos para incrementar la cifra conseguida hasta el momento, que supera los 530 euros, y voy a intentar llegar a más capas sociales, no sólo a mis cercanos, sino intentar penetrar en el tejido social, empresarial, institucional, para recabar cuantos más apoyos mejor, porque el CIC(Centro de Investigación del Cáncer) organismo que recibirá íntegramente el dinero obtenido, seguro que hará un magnífico uso de ello, en favor de todos nosotros.