Zorrilla, testigo mudo
La falta de información, de unidad o de costumbre hicieron que este fin de semana el fútbol español viviera una jornada singular. Los futbolistas convocaron una jornada de huelga que ellos mismos no han secundado. Unos, como el propio Real Valladolid, han decidido llevar hasta las últimas consecuencias el paro y no volverán a trabajar hasta el martes.
Otros, sin embargo, han flexibilizado la protesta y han optado por parar sólo sábado y domingo pero sí entrenar el viernes y el lunes, algo que precisamente había reclamado el entrenador blanquivioleta, Djukic, "para no echar por tierra todo el trabajo de pretemporada".
Y luego está el papel de los clubes. Unos hicieron cuentas del dinero que se iban a ahorrar con lo que no se pagaba a los "huelgistas". Otros, como el presidente vallisoletano Carlos Suárez, afirmaron que no iban a sancionar a la plantilla por ejercer un derecho constitucional.
Con este panorama llegó la hora fijada para el arranque liguero y Zorrilla presentaba este aspecto. Un estadio completamente vacío donde ni siquiera había una puerta abierta o un empleado esperando por si alguno, en el último momento, decidía dar marcha atrás y presentarse al partido, aunque no tuviera rival ni árbitro para la contienda.
Y es que para algunos esa decisión de cerrar el recinto deportivo es lo mismo que "un cierre patronal", lo que supone desvirtuar la convocatoria de huelga de los futbolistas. Una idea que se ve reforzada con la intención de la Liga y la Federación de recuperar esta primera jornada en el mes de diciembre, algo a lo que los implicados se niegan rotundamente.
Además, en medio de este debate juridico-deportivo, las dos partes enfrentadas sigue con su ronda de conversaciones pero sin avanzar un ápice en pos de un acuerdo. Eso pone en peligro la segunda jornada de Liga y eso sí sería ya un lío mayor.