Exterior de la Residencia de Jóvenes Jugadores en Parquesol.
Exterior de la Residencia de Jóvenes Jugadores en Parquesol.
Exterior de la Residencia de Jóvenes Jugadores en Parquesol.
Comedor.
Pedro y Marcos estudian en su habitación
Oliver García, director de la Residencia.
Fútbol

Pequeños grandes talentos


7:15 am. Suena el despertador en la Residencia de Jóvenes Jugadores del Real Valladolid. 37 chicos bajan a desayunar porque a las 8 de la mañana tienen que ir al instituto. Son chavales de 14 a 18 años que la mayoría estudia en el instituto Antonio Tovar, aunque hay uno que ya está en la Universidad. Allí transcurre su mañana, como la de cualquier otro joven de su edad, hasta la hora de comer. "Es que deben ser chicos normales con formación, porque muy pocos llegarán a jugar de forma profesional", afirma Oliver García, el director desde que la Residencia abrió sus puertas en el barrio de Parquesol en junio de 1999.


La filosofía de este centro es "formar personas y deportistas", por lo que el aspecto educativo es prioritario, no se trata sólo de jugar bien al fútbol. "La educación es de los padres, pero nosotros la fomentamos, aqui tienen más disciplina". De hecho, deben cumplir una normas del régimen interno: obligatorio ir a clase todos los días, si salen de la Residencia a las 22:30h deben estar de vuelta y a las 23:30 en la cama.


En el comedor, con menús supervisados por los médicos del club, se escucha de fondo un programa deportivo en la radio. Una camiseta enmarcada y firmada de Sergio Asenjo preside las mesas, junto a unos cuadros con frases importantes para su educación: "Formas parte de un club, déjalo en buen lugar".


Después de la comida tienen tiempo libre, a las cinco entrenan los juveniles y a las siete los cadetes hasta la hora de la cena, a las 21 horas. "Lo que suelen hacer es ver la TV, juegan a la Play, leen los periódicos deportivos, entrenan y estudian", explica Oliver García. "Los fines de semana suelen ir a ver los partidos de sus compañeros y los días que juega el primer equipo, la residencia se cierra y acudimos todos al estadio". Un estadio que, por cierto, se divisa desde lo alto, en la estupenda terraza de la Residencia.


Los fines de semana, aquellos que están cerca, y con una autorización por parte del club y un permiso del director, pueden ir a casa. Pero son pocos porque los jóvenes proceden, no sólo de Castilla y León, sino de Asturias, Extremadura, Sevilla, Las Palmas, Ceuta, Cataluña, incluso hay dos coreanos y dos de Taiwán.


Todos ellos conviven en los 2.700 metros cuadrados, repartidos en la biblioteca, salón de actos, sala de televisión, piscina -con el escudo del Real Valladolid en el fondo- y  23 habitaciones dobles, con muebles de estudio, un baño y una terraza cada una.


Además de Oliver, otras diez personas "cuidan" de estos chicos, en los que un día el Club se fijó y los padres decidieron apostar por esta educación deportiva. Las becas de la Fundación Real Valladolid incluyen, además del alojamiento y manutención, los gastos de educación. A pesar de la ilusión que supone que uno de ellos llegue a ser un gran futbolista, Oliver aprecia más "cuando les ves que tienen un porvenir, que han estudiado una carrera o preparan oposiciones".


Los pasillos de la Residencia lucen orgullosos las orlas de cada temporada y la foto de equipo de todos los que han pasado por allí, como adornan la entrada los trofeos conseguidos. Y en el despacho del director cinco joyas enmarcadas: son las camsietas firmadas y dedicadas con cariño de Álvaro, Óscar, Rafa, Asier y Jonathan. Este año espera una más: la de Carlos Lázaro.