Fotos: Ángel Becerra
Fútbol | Real Valladolid-Real Zaragoza
2-0: Una coraza, dos zarpazos y 28 puntos
20 de Enero de 2013
Verdugos e integrantes de un ramillete de estiletes en una tarde que languidecía lúgubre dada la intensa y molesta lluvia. El frío también penetraba la epidermis y se adhería a los huesos como una lapa. Pésimos condicionantes para la práctica del fútbol, más aún para los más de 13.000 fieles que acudieron hoy a las gradas de Zorrilla.
Aficionados que se quedaron aún más helados con la lesión de Patrick Ebert (el Real Valladolid ya ganaba por 1-0). El francotirador teutón volvió a sufrir una rotura de fibras cuando se prestaba a recoger un balón filtrado a un espacio mayúsculo por detrás de la trinchera maña.
Un mes de baja, avanzó Djukic en sala de prensa. La única mala noticia de una tarde tan desapacible y desagradable (en lo climatológico) como un tacto rectal. El resto, fueron todo buenas nuevas.
Guerra retomó su idilio con el gol y se movió con holgura entre líneas. Larsson fue un quebradero de cabeza por la derecha desde que se lesionó Ebert. Javier Baraja estuvo bárbaro por momentos, asfixiando y derrochando. Peña cumplió con creces. Alberto Bueno contribuyó a recuperar la posesión en el momento justo y fabricó virtuosos regates. Dani Hernández estuvo menos inseguro. Óscar se volvió a disfrazar de Tamariz. Rukavina fue un tren de largo recorrido. Álvaro Rubio el eje. Omar sumó desborde a sus cualidades mientras que la pareja de centrales, Sereno y Valiente, ató en corto a los delanteros maños.
Actuaciones que sumaron siempre en beneficio de un colectivo que comenzó el encuentro rabioso, con ganas de someter y empezar con buen pie en medio del acuciante diluvio. En seguida, Guerra estrelló un cabezazo a la madera al servirse de la picaresca de Ebert a la hora de botar una falta. Error que poco importaría pocos minutos más tarde...
El alemán sacó un buen córner. Roberto se la comió y Óscar se sacó una asistencia a Guerra de un mal remate en el segundo palo. De este modo el malagueño, dentro del área pequeña y libre de marca, batió al arquero visitante. Apenas habían transcurrido doce minutos de encuentro.
El gol frenó la impetuosidad vallisoletana e hizo espabilar al Real Zaragoza, que pasó a intentar elaborar y llegar desde los costados, con Montañes como principal baluarte. La retaguardia vallisoletana no aflojaba aunque le costaba despejar con contundencia algunos balones. Eso sí, cada vez que sobrepasaba la adelantada línea defensiva zaragozana las alarmas se disparaban por el banquillo de Manolo Jiménez.
En uno de estos contragolpes, Patrick Ebert, que ya había acudido a la banda para echarse reflex en el muslo, se rompió. Su carrera, como la de una manada, se quebró en un chasquido y el cambio se ordenó "ipso facto" mientras bullían las lamentaciones del respetable.
A renglón seguido, cayeron otros dos jugadores del Zaragoza, Apoño y Loovens. Tres lesionados en siete minutos y antes de que se alcanzase la media hora de juego. Después el conjunto maño dominó el esférico infructuosamente para que luego el Valladolid le diese la réplica antes del descanso merced a los bienintencionados desmarques de Larsson y Guerra.
Tras el tiempo de asueto, el Real Zaragoza saltó con un renovado brío y encajonó a los hombres de Djukic durante poco más de quince minutos. Empero, no pasaron grandes apuros y se mostraban confiados en su "punch" a la contra.
Pero con el paso de los minutos el Real Valldolid tejía cada vez posesiones más largas. Las huestes de Manolo Jiménez pasaban de perseguidos a perseguidores y eso flagelaba sus piernas al tiempo que el equipo local empezaba a gustarse como un humorista que no puede continuar con su monólogo porque su público no para de reirse.
Así, y tras una buena combinación en banda, Peña ganó la línea de fondo y asistió a ras de hierba y en el punto de penalti a Óscar, donde es letal como la bamba negra. Colocó el esférico donde Roberto no podía volar y, por ende, el 2-0 a cero en el electrónico cuando quedaban quince minutos de partido.
Tiempo en el que el Real Valladolid dispuso de otras dos claras ocasiones de gol como un pase en profundidad a Larsson quien, en el uno para uno con Roberto, se topó con el achique del guardavallas. A Óscar le pasó algo parecido en una sutil incursión en el área. Entretanto, el Zaragoza era un cadáver.
Al final, el resultado no se movió y el Real Valladolid sumó tres puntos más a su casillero. Y ya son 28 cuando restan 54 por jugarse y la permanencia está a catorce, quince, como muchísimo dieciséis. Miel sobre hojuelas.
Aficionados que se quedaron aún más helados con la lesión de Patrick Ebert (el Real Valladolid ya ganaba por 1-0). El francotirador teutón volvió a sufrir una rotura de fibras cuando se prestaba a recoger un balón filtrado a un espacio mayúsculo por detrás de la trinchera maña.
Un mes de baja, avanzó Djukic en sala de prensa. La única mala noticia de una tarde tan desapacible y desagradable (en lo climatológico) como un tacto rectal. El resto, fueron todo buenas nuevas.
Guerra retomó su idilio con el gol y se movió con holgura entre líneas. Larsson fue un quebradero de cabeza por la derecha desde que se lesionó Ebert. Javier Baraja estuvo bárbaro por momentos, asfixiando y derrochando. Peña cumplió con creces. Alberto Bueno contribuyó a recuperar la posesión en el momento justo y fabricó virtuosos regates. Dani Hernández estuvo menos inseguro. Óscar se volvió a disfrazar de Tamariz. Rukavina fue un tren de largo recorrido. Álvaro Rubio el eje. Omar sumó desborde a sus cualidades mientras que la pareja de centrales, Sereno y Valiente, ató en corto a los delanteros maños.
Actuaciones que sumaron siempre en beneficio de un colectivo que comenzó el encuentro rabioso, con ganas de someter y empezar con buen pie en medio del acuciante diluvio. En seguida, Guerra estrelló un cabezazo a la madera al servirse de la picaresca de Ebert a la hora de botar una falta. Error que poco importaría pocos minutos más tarde...
El alemán sacó un buen córner. Roberto se la comió y Óscar se sacó una asistencia a Guerra de un mal remate en el segundo palo. De este modo el malagueño, dentro del área pequeña y libre de marca, batió al arquero visitante. Apenas habían transcurrido doce minutos de encuentro.
El gol frenó la impetuosidad vallisoletana e hizo espabilar al Real Zaragoza, que pasó a intentar elaborar y llegar desde los costados, con Montañes como principal baluarte. La retaguardia vallisoletana no aflojaba aunque le costaba despejar con contundencia algunos balones. Eso sí, cada vez que sobrepasaba la adelantada línea defensiva zaragozana las alarmas se disparaban por el banquillo de Manolo Jiménez.
En uno de estos contragolpes, Patrick Ebert, que ya había acudido a la banda para echarse reflex en el muslo, se rompió. Su carrera, como la de una manada, se quebró en un chasquido y el cambio se ordenó "ipso facto" mientras bullían las lamentaciones del respetable.
A renglón seguido, cayeron otros dos jugadores del Zaragoza, Apoño y Loovens. Tres lesionados en siete minutos y antes de que se alcanzase la media hora de juego. Después el conjunto maño dominó el esférico infructuosamente para que luego el Valladolid le diese la réplica antes del descanso merced a los bienintencionados desmarques de Larsson y Guerra.
Tras el tiempo de asueto, el Real Zaragoza saltó con un renovado brío y encajonó a los hombres de Djukic durante poco más de quince minutos. Empero, no pasaron grandes apuros y se mostraban confiados en su "punch" a la contra.
Pero con el paso de los minutos el Real Valldolid tejía cada vez posesiones más largas. Las huestes de Manolo Jiménez pasaban de perseguidos a perseguidores y eso flagelaba sus piernas al tiempo que el equipo local empezaba a gustarse como un humorista que no puede continuar con su monólogo porque su público no para de reirse.
Así, y tras una buena combinación en banda, Peña ganó la línea de fondo y asistió a ras de hierba y en el punto de penalti a Óscar, donde es letal como la bamba negra. Colocó el esférico donde Roberto no podía volar y, por ende, el 2-0 a cero en el electrónico cuando quedaban quince minutos de partido.
Tiempo en el que el Real Valladolid dispuso de otras dos claras ocasiones de gol como un pase en profundidad a Larsson quien, en el uno para uno con Roberto, se topó con el achique del guardavallas. A Óscar le pasó algo parecido en una sutil incursión en el área. Entretanto, el Zaragoza era un cadáver.
Al final, el resultado no se movió y el Real Valladolid sumó tres puntos más a su casillero. Y ya son 28 cuando restan 54 por jugarse y la permanencia está a catorce, quince, como muchísimo dieciséis. Miel sobre hojuelas.