Manucho celebra un gol en presencia de Alberto Bueno. Foto: Photogenic.
Fútbol | Real Valladolid
Paradojas del balón
2 de Octubre de 2012
Es lo que le ha pasado a Manucho y Alberto Bueno. De denostados a iluminados. De apartados, a alineados de inicio. De rozar el aprobado, a saldar su última actuación con un notable alto. Increíble cambio radical.
"Es lo bonito del fútbol. Después de una situación muy complicada ahora todo ha dado la vuelta. Ni antes era tan malo, ni ahora tan bueno", espeta Alberto Bueno, quien incide en seguir trabajando duro para que la confianza y el respaldo que ahora siente no vuelva a diluirse.
"Las vueltas que da la vida, el destino se burla de ti", reza la canción de los Suaves, "Dolores se llamaba Lola". Ese destino, en el que algunos creen mientras otros vociferan su ausencia, se mofa en ocasiones de tu semblante taciturno, desorientado. En otras, tú te ríes a horcajadas con él, porque, curiosamente, lo que parecía un sendero sombrío desemboca en un claro si la desidia no irrumpe con aura fantasmagórica
Rebelión idónea y aprovechada por Djukic. Estrategia, causalidad o casualidad. Chi lo sá...
La historia de ambos converge desde su inicio en blanco y violeta. Manucho y Alberto Bueno recalaron en el Real Valladolid en el verano de 2009 con la vitola de fichajes estrella y con un sueldo acorde con dichos galones.
El angoleño llegaba del Manchester United, club que aún posee el treinta y cinco por ciento de sus derechos, mientras que el madrileño del Real Madrid, con el que había llegado a debutar. Ninguno de los dos dio el rendimiento esperado, ni mucho menos, en ese primer año en el que el equipo se descompuso hasta acabar en la Segunda División.
Al año siguiente, los dos marcharon cedidos. Bueno al Derby County de la Segunda División inglesa, mientras que Manucho pasó por dos conjuntos turcos de los que me resulta difícil acordarme de su impronunciable nombre. Internet ayuda, pero estoy perezoso.
Regresaron en la pasada campaña, la del ascenso, la de las penurias económicas bien aliñadas con un éxito mayúsculo. Si bien Alberto Bueno ofreció algunos destellos al inicio y al final del campeonato, Manucho fue incapaz de levantarle el puesto a Javi Guerra en las escasas oportunidades de las que disfrutó.
Llegó el verano y a ambos se les colocó el cartel de transferible e incluyó en el grupo de apartados que no viajó a Mondariz. Sus fichas siguen siendo inasumibles, aunque Djukic ejerció de parapeto y argumentó únicamente motivos deportivos.
No se fueron y Djukic salió a rueda de prensa con humildad y sin rencor. Como Manucho y Bueno, prefirió no mirar al pasado e instar a que los dos le demostrasen su equivocación sobre el verde, algo que, este pasado domingo y ante el Rayo Vallecano hicieron.
Bueno acumuló su segundo partido consecutivo en el once inicial. Se mostró muy participativo en el concreto juego vallisoletano, anotó un gol, el segundo de la temporada, y pisó el área con mucha frecuencia. Asimismo, se le ve un punto más rabioso e intenso en las tareas defensivas.
Manucho, por su parte, interpretó su mejor actuación desde que llegó a tierras vallisoletanas. Dos goles y dos asistencias que se suman a un gran despliegue y un juego de espaldas, aprovechando su envergadura, propio de un pivote de fútbol sala, inteligente y rápido en la ejecución. No más de dos toques para servir a la segunda línea.
"Me lo esperaba porque entrenaba muy fuerte todos los días. Al ver cómo entrena una persona, así va a jugar y las cosas me salieron", afirma Manucho, quien también considera que le queda margen de mejora.
Los dos reniegan del pasado truculento. Prefieren olvidarlo y centrarse en mantener el status que otrora parecía imposible alcanzar a base de tesón y trabajo. El mismo esfuerzo que, según parece, ha convencido a Djukic. "Puede ser que la mala situación que he vivido haya picado mi orgullo", soslaya Bueno.
Paradoja buscada. Dulce destino bien hallado que, de sostenerse, beneficiará ampulosamente a un Real Valladolid que hace poco más de un mes pretendía deshacerse de dos futbolistas que, ahora, aportan asistencias, goles y una competencia feroz. Miel sobre hojuelas.
"Es lo bonito del fútbol. Después de una situación muy complicada ahora todo ha dado la vuelta. Ni antes era tan malo, ni ahora tan bueno", espeta Alberto Bueno, quien incide en seguir trabajando duro para que la confianza y el respaldo que ahora siente no vuelva a diluirse.
"Las vueltas que da la vida, el destino se burla de ti", reza la canción de los Suaves, "Dolores se llamaba Lola". Ese destino, en el que algunos creen mientras otros vociferan su ausencia, se mofa en ocasiones de tu semblante taciturno, desorientado. En otras, tú te ríes a horcajadas con él, porque, curiosamente, lo que parecía un sendero sombrío desemboca en un claro si la desidia no irrumpe con aura fantasmagórica
Rebelión idónea y aprovechada por Djukic. Estrategia, causalidad o casualidad. Chi lo sá...
La historia de ambos converge desde su inicio en blanco y violeta. Manucho y Alberto Bueno recalaron en el Real Valladolid en el verano de 2009 con la vitola de fichajes estrella y con un sueldo acorde con dichos galones.
El angoleño llegaba del Manchester United, club que aún posee el treinta y cinco por ciento de sus derechos, mientras que el madrileño del Real Madrid, con el que había llegado a debutar. Ninguno de los dos dio el rendimiento esperado, ni mucho menos, en ese primer año en el que el equipo se descompuso hasta acabar en la Segunda División.
Al año siguiente, los dos marcharon cedidos. Bueno al Derby County de la Segunda División inglesa, mientras que Manucho pasó por dos conjuntos turcos de los que me resulta difícil acordarme de su impronunciable nombre. Internet ayuda, pero estoy perezoso.
Regresaron en la pasada campaña, la del ascenso, la de las penurias económicas bien aliñadas con un éxito mayúsculo. Si bien Alberto Bueno ofreció algunos destellos al inicio y al final del campeonato, Manucho fue incapaz de levantarle el puesto a Javi Guerra en las escasas oportunidades de las que disfrutó.
Llegó el verano y a ambos se les colocó el cartel de transferible e incluyó en el grupo de apartados que no viajó a Mondariz. Sus fichas siguen siendo inasumibles, aunque Djukic ejerció de parapeto y argumentó únicamente motivos deportivos.
No se fueron y Djukic salió a rueda de prensa con humildad y sin rencor. Como Manucho y Bueno, prefirió no mirar al pasado e instar a que los dos le demostrasen su equivocación sobre el verde, algo que, este pasado domingo y ante el Rayo Vallecano hicieron.
Bueno acumuló su segundo partido consecutivo en el once inicial. Se mostró muy participativo en el concreto juego vallisoletano, anotó un gol, el segundo de la temporada, y pisó el área con mucha frecuencia. Asimismo, se le ve un punto más rabioso e intenso en las tareas defensivas.
Manucho, por su parte, interpretó su mejor actuación desde que llegó a tierras vallisoletanas. Dos goles y dos asistencias que se suman a un gran despliegue y un juego de espaldas, aprovechando su envergadura, propio de un pivote de fútbol sala, inteligente y rápido en la ejecución. No más de dos toques para servir a la segunda línea.
"Me lo esperaba porque entrenaba muy fuerte todos los días. Al ver cómo entrena una persona, así va a jugar y las cosas me salieron", afirma Manucho, quien también considera que le queda margen de mejora.
Los dos reniegan del pasado truculento. Prefieren olvidarlo y centrarse en mantener el status que otrora parecía imposible alcanzar a base de tesón y trabajo. El mismo esfuerzo que, según parece, ha convencido a Djukic. "Puede ser que la mala situación que he vivido haya picado mi orgullo", soslaya Bueno.
Paradoja buscada. Dulce destino bien hallado que, de sostenerse, beneficiará ampulosamente a un Real Valladolid que hace poco más de un mes pretendía deshacerse de dos futbolistas que, ahora, aportan asistencias, goles y una competencia feroz. Miel sobre hojuelas.