El arbitro muestra la tarjeta roja que supuso la expulsión de Jaime. FOTOS Photogenic
Fútbol | Real Valladolid-Alcorcón
1-1: Un punto entre la desdicha
14 de Enero de 2012
Fue un reguero de desgraciadas desdichas iniciado antes del partido, pues Javi Guerra se cayó finalmente de la convocatoria. Los problemas en la uña del pie persistían en el calentamiento, cuando el malagueño empezó a probarse. No estaba para jugar y su lugar en el once inicial lo ocupó Álvaro Rubio (Víctor Pérez pasó a la media punta) y en la convocatoria Víctor Mongil.
Un contratiempo de última hora que dejaba a Alberto Bueno como único referente en la lanza de un ataque que en los primeros compases del encuentro monopolizó insultantemente el esférico con criterio y movilidad.
Instantes de relativa tranquilidad que precedieron a la locura más rocambolesca, propia de una película de Tim Burton o un capítulo de Padre de Familia. Primero, Víctor Pérez marcó un gol espectacular desde treinta metros y tras recoger un rechazo que empalmó a bote pronto.
Anotó el 1-0 y bullía la sensación de que este encuentro se tornaba más plácido que una noche de manta y película acurrucado al calor de un abrazo. Nada más lejos de la realidad pues, en un parpadeo, Jaime cometió un penalti sobre Borja. Roja directa y el castillo de naipes que se desmoronaba cuando no habían pasado ni diez minutos de partido.
Dani Hernández sustituyó a Rubio, quien apenas había estado doce minutos sobre el terreno de juego, y paró el penalti a Quini, quien lo lanzó a lo "Panenka". El venezolano no se amedrentó, aguantó el amago y leyó las intenciones del ariete del Alcorcón. Se produjo un barullo tremebundo y Hernández volvió a estar providencial antes de que la retaguardia despejase el peligro inminente.
El mal trago se tornó dulce, aunque quedaba un mundo que se perdería Sisi, que cayó mal y se lastimó el hombro. Ipso facto, hubo de sustituirle Nauzet para volver a estar con diez hombres que, desde ese instante, hubieron de multiplicarse para frenar el acoso continuo al que sometió el Alcorcón a un Valladolid atrincherado en su campo.
El cuadro madrileño abusaba de la posesión y generaba múltiples ocasiones ante un equipo que dejó a Alberto Bueno sólo y edificó dos líneas de cuatro encajonadas casi en su área en su afán por minimizar el riesgo, es decir, frenar el caudal atacante del Alcorcón.
Lo lograba con esfuerzo espartano, llegando a desesperar a los contrincantes y desperezándose a ráfagas en ataque que capeaban momentáneamente el temporal en los últimos momentos antes del tiempo de asueto, justo cuando Víctor Pérez a punto estuvo de hacer el segundo, pero su disparo desde la frontal marchó alto.
Una ocasión con la que finalizó el primer período. En la reanudación, el partido siguió por los mismos derroteros. El Real Valladolid se defendía como gato panza arriba y desgastaba al Alcorcón quien, como George Foreman en el mítico combate ante Alí celebrado en Kinshasa, se empezaba a desfondar de tanto emplear su gancho.
El Valladolid bailaba al compás que marcaba el Alcorcón fruto de su inferioridad aunque, con el paso de los minutos, cundía la sensación de que los hombres de Djukic podían picar como una abeja. Fuera como fuere, era más cristalino que el agua de las Islas Cíes que los gladiadores de blanco y violeta sabían sufrir y pelear cada pulgada con agresividad encomiable. Incluso Alberto Bueno presionaba la salida del balón fundiéndose irremediablemente.
No fue suficiente, ya que en el minuto 73 del partido el Alcorcón logró las tablas en las que tanto había ahondado con su fútbol vertical. Miguelez se adentró en el área y cruzó el balón haciendo estéril la estirada de Dani Hernández (1-1).
El fuelle se evaporaba y al Valladolid le duraba el balón en sus botas nimios segundos. Poco más podía hacer. El esfuerzo estaba pasando factura y suficiente era mantener el punto pese a que, a falta de cinco minutos para el final, los de Djukic se estiraban en posiciones ofensivas con más corazón que fuerzas y cabeza. La falta de oxígeno atenazaba las piernas y, finalmente, se sumó un empate más que digno tras un partido... raro, raro, raro.
Un contratiempo de última hora que dejaba a Alberto Bueno como único referente en la lanza de un ataque que en los primeros compases del encuentro monopolizó insultantemente el esférico con criterio y movilidad.
Instantes de relativa tranquilidad que precedieron a la locura más rocambolesca, propia de una película de Tim Burton o un capítulo de Padre de Familia. Primero, Víctor Pérez marcó un gol espectacular desde treinta metros y tras recoger un rechazo que empalmó a bote pronto.
Anotó el 1-0 y bullía la sensación de que este encuentro se tornaba más plácido que una noche de manta y película acurrucado al calor de un abrazo. Nada más lejos de la realidad pues, en un parpadeo, Jaime cometió un penalti sobre Borja. Roja directa y el castillo de naipes que se desmoronaba cuando no habían pasado ni diez minutos de partido.
Dani Hernández sustituyó a Rubio, quien apenas había estado doce minutos sobre el terreno de juego, y paró el penalti a Quini, quien lo lanzó a lo "Panenka". El venezolano no se amedrentó, aguantó el amago y leyó las intenciones del ariete del Alcorcón. Se produjo un barullo tremebundo y Hernández volvió a estar providencial antes de que la retaguardia despejase el peligro inminente.
El mal trago se tornó dulce, aunque quedaba un mundo que se perdería Sisi, que cayó mal y se lastimó el hombro. Ipso facto, hubo de sustituirle Nauzet para volver a estar con diez hombres que, desde ese instante, hubieron de multiplicarse para frenar el acoso continuo al que sometió el Alcorcón a un Valladolid atrincherado en su campo.
El cuadro madrileño abusaba de la posesión y generaba múltiples ocasiones ante un equipo que dejó a Alberto Bueno sólo y edificó dos líneas de cuatro encajonadas casi en su área en su afán por minimizar el riesgo, es decir, frenar el caudal atacante del Alcorcón.
Lo lograba con esfuerzo espartano, llegando a desesperar a los contrincantes y desperezándose a ráfagas en ataque que capeaban momentáneamente el temporal en los últimos momentos antes del tiempo de asueto, justo cuando Víctor Pérez a punto estuvo de hacer el segundo, pero su disparo desde la frontal marchó alto.
Una ocasión con la que finalizó el primer período. En la reanudación, el partido siguió por los mismos derroteros. El Real Valladolid se defendía como gato panza arriba y desgastaba al Alcorcón quien, como George Foreman en el mítico combate ante Alí celebrado en Kinshasa, se empezaba a desfondar de tanto emplear su gancho.
El Valladolid bailaba al compás que marcaba el Alcorcón fruto de su inferioridad aunque, con el paso de los minutos, cundía la sensación de que los hombres de Djukic podían picar como una abeja. Fuera como fuere, era más cristalino que el agua de las Islas Cíes que los gladiadores de blanco y violeta sabían sufrir y pelear cada pulgada con agresividad encomiable. Incluso Alberto Bueno presionaba la salida del balón fundiéndose irremediablemente.
No fue suficiente, ya que en el minuto 73 del partido el Alcorcón logró las tablas en las que tanto había ahondado con su fútbol vertical. Miguelez se adentró en el área y cruzó el balón haciendo estéril la estirada de Dani Hernández (1-1).
El fuelle se evaporaba y al Valladolid le duraba el balón en sus botas nimios segundos. Poco más podía hacer. El esfuerzo estaba pasando factura y suficiente era mantener el punto pese a que, a falta de cinco minutos para el final, los de Djukic se estiraban en posiciones ofensivas con más corazón que fuerzas y cabeza. La falta de oxígeno atenazaba las piernas y, finalmente, se sumó un empate más que digno tras un partido... raro, raro, raro.