"Yo también levanté la Copa del Mundo"
No es muy habitual hacer una información de este tipo en primera persona, pero lo cierto es que un servidor tuvo la suerte de estar en el sitio adecuado y en el momento justo, el día que la Copa del Mundo llegó a El Espinar. La iniciativa de los organizadores del Open Castilla y León de Tenis de juntar en un mismo escenario dos de los trofeos más codiciados del deporte mundial, fue todo un éxito y cientos de personas se acercaron a las instalaciones deportivas para hacerse una foto con la Copa y con la Ensaladera.
Todo comenzó el viernes a primera hora de la mañana. Los nervios se notaban desde minutos antes de que un coche de la Guardia Civil, escoltado por dos motos de la Benemérita, completara el recorrido de un trofeo que venía de Canarias, antes de viajar la próxima semana a México. Nervios entre las personas de protocolo, repasos de última hora y sobre todo presencia de aficionados, muchos curiosos que ya esperaban la llegada de esa estatuilla de 36 centímetros y algo más de seis kilos de peso con camisetas de La Roja.
Y lo primero que se hizo cuando la Copa llegó fue la recepción oficial. Entrega a las autoridades presentes, alcalde de El Espinar y presidente de honor del torneo, y paseillo hasta la pista central, donde se colocó junto a la Ensaladera de la Copa Davis, que ya presidía el Open Castilla y León desde el pasado lunes.
La imagen era histórica. La espectacularidad de la Ensaladera se reforzaba con el brillo de la Copa, gracias al radiante sol de primera hora de la mañana. La una no anulaba la otra, aunque la mayoría del público que llenaba las gradas de la pista central se decantaba claramente por la conseguida por el mundo del fútbol.
Interminables colas
Luego llegó el momento de la foto. Los dos trofeos, junto con el que acredita a El Espinar como el mejor Challengue del Mundo -aunque sinceramente casi nadie se percató de ello-, se situaron juntos en una zona del village del torneo, y a partir de ese momento los aficionados formaron una interminable cola que se salía del recinto deportivo para esperar el momento de su foto.
No importaba el calor, tampoco el ritmo lento de la marcha, ya que la posibilidad de guardar en la retina -y por supuesto en la cámara o en el móvil-, un momento histórico lo compensaba todo. Sólo algún "listo" que se quiso colar sacó de sus casillas a los pacientes aficionados. Hubo también quien llegó al trofeo sin cámara, esperando tal vez que la propia organización le regalara una instatanea. No era así, aunque hay que destacar la santa paciencia de las azafatas que regulaban el acceso de las personas, y encima hacía de improvisadas fotográfas del evento.
Fueron más de ocho horas de constante goteo de gente y que obligó a prolongar la estancia de la Copa hasta la mañana del sábado. Y ahí llegó mi momento. Cuando ya la gente se había marchado la organización me permitió por unos instantes coger el trofeo, al más puro estilo Iker Casillas -aunque con menos gracia, por supuesto-, y poder comprobar varias cosas. Primero que pesa, segundo que impresiona y tercero, que es increíble como una cosa tan aparentemente insignificante puede hacer tan feliz a tanta gente.
Por cierto, una hora antes de que se volviera a abrir el sábado la zona donde donde se situaba la Copa ya había gente esperando. Y la cola sigue y sigue y sigue...