Un sentido tributo a las mejores manos
Los años no pasan en balde para nadie por mucho que se conserve en formol, como ocurre con Aramayo, que este verano apartó sus sempiternos guantes, los mismos que cubrían las manos que tantas generaciones de jugadores ha tratado.
Se jubiló de forma voluntaria y el club atendió a bien rendirle el tributo que, por su dedicación y vitalidad, Aramayo se merecía. Este ha tenido lugar con, en primer lugar, el descubrimiento de una placa en su honor delante de amigos, familiares, ex jugadores, empleados del club y representantes de las instituciones como Francisco Javier León de la Riva y Julio José Carnero.
Posteriormente, en el césped, el presidente, Carlos Suárez, impuso al "Pibe" Aramayo la insignia de oro de la entidad y a continuación recibió un cariñoso recuerdo de manos de Manolo Llacer, ex presidente y fundador de la Asociación de Veteranos del Real Valladolid.
Aramayo se mostró "agradecido de corazón" por el trato dispensado, por "todo lo recibido" durante los 32 años en los que ejerció "no un trabajo, sino un hobby más" dentro de su "vida profesional". "Estos años pasaron muy rápido y me hubiera gustado seguir otros diez o quince años más. Los años no perdonan. Hay que darle el caminito a la gente joven", declaró.
También apuntó que lo peor de estos años han sido las despedidas, cuando "los amigos se marchan", los mismos que gracias al fútbol se ha granjeado, según él, "lo mejor junto a algunos ascensos y este preciso momento", el de su bien hallado homenaje.