Pan para hoy, ¿JIM para mañana?
11 puntos de 11 empates saben a poco. Como el juego del Real Valladolid en todos y cada uno de ellos. En Málaga, el Pucela mostró sus dos caras. Según qué fase del partido. Empezó titubeante y a merced del equipo rival, pero se creció y hasta tuvo la victoria en el tiempo de descuento. Willy Caballero salvó a los suyos de una derrota que hubiera inflamado La Rosaleda. Porque JIM y Schuster tenían pie y medio en la calle de perder. Y ni hecho adrede, empataron.
Sin la actitud apática del Calderón, Cornellá o Los Cármenes, el inicio del partido no fue el soñado. El Málaga en avalancha y el Real Valladolid de trinchera en trinchera. Con las dudas de todo el curso y el pánico escénico de cada jornada. Miedo al partido y a la estrategia defensiva, donde volvío a hacer aguas y permitió al Málaga adelantarse en el marcador. La Casa de Tócame Roque. Porque fue el asunceno Santa Cruz el que cabeceó un córner botado por Duda, ante la pasividad de tres jugadores blanquivioleta, y superó a Diego Mariño para poner el 1-0.
Despertó con el gol en contra el Real Valladolid. Se lo permitió un Málaga conformista y cagón, que había demostrado ser capaz de mucho más pero al que le faltó voluntad para cerrar el partido. Los de JIM aceptaron el envite y se crecieron. Sorprendentemente, los vallisoletanos no se hincharon a colgar balones buscando a Manucho. Era previsible teniendo en cuenta la titularidad del angoleño, pero el equipo no renunciaba a saltarse las líneas aunque pareciese lo más aconsejable. En una que sí buscó la pomada del área, el esférico rebotó en el africano y cayó en los pies de Daniel Larsson, que desde su posición natural superó a Caballero y puso las tablas.
Tras el gol y el descanso, los dos equipos dudaron sobre la valía del punto. Cuando atacaban no era suficiente, cuando defendían buscaban en los bolsillos un pañuelo blanco, un papel y un boli para firmar el reparto. Pero las ocasiones llegaron. El Málaga jugó más en campo del Valladolid pero los de JIM supieron reaccionar y gestionar la presión que la afición local trasladaba a sus jugadores. La entrada de Óscar calmó al Pucela, que se había contagiado de un partido enloquecido, y el salmantino envió un balón al larguero que fue el preludio de la última ocasión del choque.
Antes, JIM decidió cerrar el espacio aéreo con la entrada de Marc Valiente. Lo que había perdido reemplazando a Manucho volvió con la entrada del catalán, que ocupó el puesto de mediocentro con el único objetivo de no sufrir a balón parado. Y cuando el partido agonizaba, Guerra tuvo el gol. Lo hizo todo bien pero Caballero demostró que está muy por encima del nivel de un mediocre Málaga.
Solo una victoria, una machada frente al Barcelona, haría buenos los empates frente al Levante y el Málaga. El reto es de los que cambian el sino de una temporada. Y el sino no promete grandes alegrías hasta la fecha.