La anécdota: la paciencia se agotó por el retraso
-Ángel Velasco-
El equipo luso aprovechaba la visita del equipo pucelano para presentar uno a uno a todos sus jugadores e integrantes del cuerpo técnico.
La expedición del Real Valladolid se lo tomaba, en principio, con calma y humor. La puesta en escena del equipo portugués no era la mejor y Djukic hablaba con sus ayudantes sobre ella. Todo era divertido y risas hasta que el equipo empezaba a calentar. Los once titulares del Pucela saltaban al Municipal de Aveiro para los ejercicios de calentamiento y Beira-Mar seguía con su presentación. Sin prisa. Ahí empezó el problema y el cambio de humor del míster. De la alegría y humor, al ver el comienzo, se pasó al enfado por la tardanza. Al ver que sus hombres se ejercitaban y que ellos no lo hacían, Djukic cambió la cara. El enfado fue aumentando porque los lusos no tenían intención de comenzar su calentamiento.
Todo fue en aumento con el paso de los minutos. Los pucelanos terminaban sus ejercicios, entraban en el vestuario para cambiarse de ropa y salían al terreno de juego. En todo ese tiempo ellos no empezaron a calentar. Hasta que el Real Valladolid no comenzó, de nuevo, con ejercicios de calentamiento ellos ni se inmutaron. Con algo más de 30 minutos de retraso, el partido comenzaba y la cara de Djukic no era buena. El encuentro daba comienzo con malos gestos desde el banquillo del Real Valladolid que el colegiado sabía. Djukic le había dejado bien claro su enfado a Fernando Martins, colegido del encuentro. Pero como decía Santamaría Uzqueda, no es culpa suya.
Hace un año, en Oporto y frente al Boavista, pasó exactamente lo mismo. Con el agravante de que el partido se juegaba en hierba sintética, algo que no gustó absolutamente nada en el vestuario hasta el punto de plantearse la suspensión.