Homenaje a un SEÑOR
Acompañados de sus hijos, Hugo y Martina, Álvaro Rubio saltó al terreno de juego entre el pasillo formado por los jugadores de ambos equipos y recibido con una calurosa ovación que caldeó la fría tarde vallisoletana. En la banda, emocionada, observaba Mónica, su esposa. Álvaro Rubio recogió primero, de su amigo y excompañero Alberto Marcos, el jugador que más veces ha vestido la blanquivioleta, un brazalete de honor como el gran capitán del Real Valladolid que ha sido. Por aquellas casualidades de la vida, en Zorrilla también estuvo hoy el futbolista del que Álvaro recibió el brazalete: Javier Baraja, segundo entrenador del Rayo Vallecano.
Después, el presidente de la Federación de Peñas, José Antonio Pérez, le entregó una placa “por su juego y su entrega” como jugador del Real Valladolid y en nombre de todos los aficionados que durante su etapa como futbolista le tributaron ovaciones para el recuerdo. A continuación, el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, regaló a Álvaro una réplica de la casa consistorial, que simboliza el reconocimiento de toda una ciudad a la intachable trayectoria profesional de un deportista que ya es un vecino más de Valladolid.
Finalmente, Carlos Suárez, presidente del Real Valladolid, le impuso la insignia de oro de la entidad, sellando el homenaje con el abrazo que todos y cada uno de los abonados del Pucela desearían haberle dado esta tarde a Álvaro Rubio, que, emocionado, agradeció al público todo su cariño en una tarde muy especial, primero desde el centro del campo y después frente al fondo norte, donde la grada de animación también le rindió su particular reconocimiento con un mosaico.
De camino hacia el vestuario, a la altura del banquillo visitante, Álvaro Rubio se fundió en un sentido abrazo con Javi Guerra, uno de esos compañeros que han disfrutado al lado del centrocampista riojano en cada entrenamiento.