Los jugadores cleebran un gol. Foto:Photogenic.
Fútbol | Previa Playoff: Real Valladolid-Alcorcón
El final de la escalera
16 de Junio de 2012
Han sido 45 pisos subidos a lo largo de nueve meses en los que los de Djukic han trabajado como "cabrones" y han capeado todo tipo de penurias económicas. Se han mostrado como un bloque fuerte, consistente como el hormigón, que ha mantenido una cadencia sin apenas altibajos en la escalada hasta la puerta que dobla tras el final de la escalera.
Tras ella, brillo y lustre. Billetes y repercusión mundial que ansía el club, la ciudad, la provincia... Somos Valladolid y ese sentimiento que ha arraigado, sostenido en la filosofía de Miroslav Djukic que predica el amor por la cohesión, ha conducido al equipo hasta este último partido, esta final, en la que, si hace los deberes y se aplica, más de uno podrá respirar aliviado.
Mucho se ha luchado. Con humildad, coraje y con un estilo de juego más que bebe del Barcelona de Guardiola o del tiqui-taca de la selección española. Rasear y moverse con valentía, con ímpetu guerrero como el que exhibe en cada cita Sisinio González "Sisi", un héroe en miniatura, un José Tomás del balompié que quiere abandonar el club más importante de su carrera a hombros y por la puerta grande. Se lo merece después de que se le haya salido el hombro, precisamente, en cuatro ocasiones y eso no le haya impedido volver a vestir la zamarra blanca y violeta.
Paradigma del espíritu de este equipo que, lejos de desmoronarse tras no ascender directamente, se ha robustecido como un roble centenario en este playoff. La cabeza más amueblada que nunca ha podido con el hecho de encontrarse en la reserva.
El Alcorcón es el último escollo y tras el formidable 0-1 obtenido en la ida, no exento de un sufrimiento que viene sellando con argamasa la esperanza del equipo, todo es favorable para que el Real Valladolid logre mañana, a partir de las 21,00 horas y en el estadio José Zorrilla, el deseado, como un helado de fresa en pleno desierto, ASCENSO.
Pero el plantel vallisoletano es consciente de que en noventa minutos se puede tirar por el sumidero todo el trabajo realizado, más ante un equipo, el Alcorcón, que no da la eliminatoria por perdida y que tiene mimbres e intensidad para dar un susto a los de Djukic.
Lo saben. Reconocen que no pueden "cagarla", como dijo recientemente Javi Guerra, y que la concentración, la solidez defensiva, la solidaridad de unos con otros deben catapultar el fútbol de toque y movilidad que plasma el conjunto vallisoletano en cada cita.
Mejores condicionantes no van a tener. El apoyo que habrá desde la grada será descomunal, pues se prevé un lleno absoluto en Zorrilla. Los hinchas llevan calentando, entonando sus gargantas, desde el miércoles con el único afán que resquebrajarlas alentando a los futbolistas que pueden devolver el fútbol de "alto standing" al césped del coso vallisoletano.
Si lo logran, entonces sí, habrá que abrir el champán, mantear, llorar, cantar, gritar y dar gracias a quién sea menester por obrar el retorno, no del rey, pero de un príncipe del fútbol español.
¡Alea jacta est!
Tras ella, brillo y lustre. Billetes y repercusión mundial que ansía el club, la ciudad, la provincia... Somos Valladolid y ese sentimiento que ha arraigado, sostenido en la filosofía de Miroslav Djukic que predica el amor por la cohesión, ha conducido al equipo hasta este último partido, esta final, en la que, si hace los deberes y se aplica, más de uno podrá respirar aliviado.
Mucho se ha luchado. Con humildad, coraje y con un estilo de juego más que bebe del Barcelona de Guardiola o del tiqui-taca de la selección española. Rasear y moverse con valentía, con ímpetu guerrero como el que exhibe en cada cita Sisinio González "Sisi", un héroe en miniatura, un José Tomás del balompié que quiere abandonar el club más importante de su carrera a hombros y por la puerta grande. Se lo merece después de que se le haya salido el hombro, precisamente, en cuatro ocasiones y eso no le haya impedido volver a vestir la zamarra blanca y violeta.
Paradigma del espíritu de este equipo que, lejos de desmoronarse tras no ascender directamente, se ha robustecido como un roble centenario en este playoff. La cabeza más amueblada que nunca ha podido con el hecho de encontrarse en la reserva.
El Alcorcón es el último escollo y tras el formidable 0-1 obtenido en la ida, no exento de un sufrimiento que viene sellando con argamasa la esperanza del equipo, todo es favorable para que el Real Valladolid logre mañana, a partir de las 21,00 horas y en el estadio José Zorrilla, el deseado, como un helado de fresa en pleno desierto, ASCENSO.
Pero el plantel vallisoletano es consciente de que en noventa minutos se puede tirar por el sumidero todo el trabajo realizado, más ante un equipo, el Alcorcón, que no da la eliminatoria por perdida y que tiene mimbres e intensidad para dar un susto a los de Djukic.
Lo saben. Reconocen que no pueden "cagarla", como dijo recientemente Javi Guerra, y que la concentración, la solidez defensiva, la solidaridad de unos con otros deben catapultar el fútbol de toque y movilidad que plasma el conjunto vallisoletano en cada cita.
Mejores condicionantes no van a tener. El apoyo que habrá desde la grada será descomunal, pues se prevé un lleno absoluto en Zorrilla. Los hinchas llevan calentando, entonando sus gargantas, desde el miércoles con el único afán que resquebrajarlas alentando a los futbolistas que pueden devolver el fútbol de "alto standing" al césped del coso vallisoletano.
Si lo logran, entonces sí, habrá que abrir el champán, mantear, llorar, cantar, gritar y dar gracias a quién sea menester por obrar el retorno, no del rey, pero de un príncipe del fútbol español.
¡Alea jacta est!