4-2: Cierra la muralla, abre la muralla
En tiempo de guerra cualquier hueco es trinchera, debió pensar el Real Valladolid al saltar césped del Nuevo San Mamés. El equipó amagó con estirarse durante los primeros 30 segundos y a los cinco minutos ya estaba contraído, con dos córners en contra y dos disparos peligrosos de un Athletic que no se andaba con contemplaciones. Tenía claro el mensaje: disparar, disparar y disparar. Y el arranque fue una balancera personificada en Ibai Gómez, insistente y obstinado en asediar a un Diego Mariño que empezó como siempre y acabó como de costumbre: parando primero, encajando ante la evidencia después.
Porque el Real Valladolid, que ya hace tiempo que dejó de lucirse y gustarse, se encontró con lo inesperado. Un gol tempranero, en una contra levantina del laborista Javi Guerra que definió con un remate de entrenamiento el sempiterno Óscar Gónzalez. El Athletic siguió a lo suyo, en un acoso y derribo por tierra, mar y aire mientras los de Juan Ignacio resistían más con la cabeza que con el corazón. No era cuestión de no querer, pero se percibía hasta a través del televisor que dudaban de poder. Y eso que el descanso alivió tensiones y recicló a los pucelanos, demasiado encajonados e indispuestos a buscar a Iraizoz en una contra que cerrase el partido.
De hecho, más que cerrarse, el Athletic lo que consiguió fue abrirlo. Y eso que su inicio de segundo tiempo no pedía pan. Fue cuando menos lo merecían los de Valverde, cuando San Mamés apretaba porque su equipo no lo hacía, y JIM empezaba a creer que él, último en ganar en la antigua Catedral, sería el primero en cazar al león en su estrenado Berria. El cazador cazado. Por un Ibai Gómez enloquecido y eléctrico, que encontró un balón rechazado por Mariño, el undécimo de la noche, y no desaprovechó ante la pasividad de un deprimido Larsson, que minutos antes había saltado al césped aún lamentando su suplencia. Y el Athletic se desató. Y el Valladolid, que empieza a desmerecer su nombre mayestático, su Real que nunca se debe obviar, se vino abajo hasta derrumbarse.
En diez minutos De Marcos, Ibai y Ander hicieron más plácido el inicio de semana para los rojiblancos y fortificaron un campo en el que sigue sin ganar nadie. Rama, como los jugadores de basket que liman las estadísticas para los que después mirarán el papel, marcó el gol de su vida tras una jugada individual en un pasillo abierto de un Athletic que ya estaba sobre la almohada copera. Y así empieza la segunda vuelta, con el cuarto partido consecutivo como visitante recibiendo cuatro goles y un sentimiento de que lo que se espera es tan poco, que para conformarse no hace falta mucho.