2-2: Pucela se embarra de épica
El duelo vivido en Zorrilla fue el perfecto retrato del Real Valladolid de Juan Ignacio Martínez. Un partido de dudas, de nervios, de inclemencias y de errores; también de lucha, de esfuerzo y de evitar la rendición pese a las adversidades. El Pucela volvió a pelear contra circunstancias inexplicables en Primera. Estar sometido a un concurso económico vigilado y supervisado no incluye tener menos jugadores que los demás y tener que forzar situaciones innecesarias como acelerar el estreno de un jugador que solo acumula cuatro entrenamientos con sus compañeros. JIM declaró a Jeffren revulsivo y el hispano-venezolano lo fue en la medida que pudo. Se lesionó tras dejar tantos detalles de superclase como carencias físicas que provocaron su retirada. En el peor momento posible, porque el Valladolid estaba en plena remontada y la entrada de Rama solo unos minutos antes agotaba los cambios blanquivioleta. Un jugador menos sin merecerlo.
Antes, una partida de Risk en un tablero impracticable que marcó el encuentro. Desde antes del pitido inicial, cuando el Elche decidió el cambio de campos para atacar en zona "limpia" durante la primera parte. No fue una casualidad que hubiese más goles, tres de un total de cuatro, en la parte que menos agua acumulaba. Mucha, muchísima, pese a que los operarios del Real Valladolid se afanaban en sacar con escobas y cubos la mayor cantidad posible media hora antes del arranque del partido.
La eterna duda de un partido de nervios y con un césped perjudicado es si jugar como local realmente ayuda. La grada contagia nervios y también insufla ánimos. El arranque fue al hilo de lo primero, la remontada fruto de lo segundo. La tensión se mascaba en el ambiente y tanto a Mariño como a Toño se les congelaban las manos en la portería. Un gol lo cambiaba todo, pero quedaba fiado a un toque de gracia del que más acertado estuviese. Porque fútbol, poco. Era casi imposible al suponer asumir el riesgo de facilitar una contra al rival. Tras un saque de banda, el Elche encontró a Neptuno. Ferrán Corominas cogió el tridente al aprovechar un balón retrasado para facilitar un golpeo de cara de Coro, que disparó con intención de despistar a un tapado Diego Mariño. El gol, ni justo ni injusto, bloqueó a un Valladolid asustado mientras el agua arreciaba con fuerza.
JIM movió ficha con la entrada de Jeffren y la salida de Víctor Pérez, blando pero a la vez solvente pese a no haber recuperado su ritmo de antes de la lesión. El recién fichado dejó huella pero su crac, fruto del prematuro pero obligado debut, terminó saliéndole caro al equipo. Sin embargo, el héroe sería el que menos se esperaba. Antes, Manu del Moral hacía un segundo gol que dejaba en la lona al Pucela y a su afición. Se levantaron juntos, gracias en parte a la voluntad y el amor propio de Rueda o Rubio, sublimes en actitud para empujar al Real Valladolid al empate. Osorio hizo el resto. El colombiano se inventó un primer gol espectacular que despertó a los locales y, después, aprovechó la balacera de su equipo para cabecear el balón venido de un saque de esquina. Tuvo el tercero, sumergido en la épica, pero no consiguió encontrar una portería que cerca estuvo de vivir tres goles que hubiesen sido tres puntos de oro. Uno vuelve a no ser suficiente, pero sí un mal menor.