2-1: El bote maldito
Hasta mediada la segunda mitad, el Girona tuvo el partido bajo control. El equipo local empezó fuerte y sus llegadas por las bandas dieron muchos quebraderos de cabeza a la zaga. La presión local funcionaba y sus robos eran constantes, con lo que la sensación de dominio se acrecentó hasta el gol de Coris en el minuto 25, que fue todo un golazo, al clavar un zurdazo desde el pico del área al palo contrario, en un golpeo con efecto imposible para Pau Torres.
Después del primer gol, el Girona siguió con el partido bajo control, pero de otra forma. Se hizo fuerte en su campo y no le importó que el Real Valladolid tuviera el balón porque no era capaz de llevarlo hasta el área contraria. En cualquier caso, dio la sensación de que si el Girona hubiera seguido imprimiendo el mismo ritmo habría hecho mucho daño, pero la realidad es que no lo hizo y el Real Valladolid pudo aprovecharlo.
Mata tuvo el empate en sus botas. Robó el balón, pero su disparo cruzado, en una posición muy clara, fue atajado por René. Y precisamente el cambio de Mata por Raúl de Tomás sirvió para dar un giro al partido. Entonces sí, el Real Valladolid pasó a dominar el partido completamente. Apareció la buena salida del balón, los desmarques, los buenos controles, los buenos pases, la verticalidad, la velocidad, la entrada por las bandas, los espacios por el centro. Y volvió a llegar su oportunidad: nada más salir al campo, Raúl de Tomás tuvo en sus botas el empate. Jordán le puso un balón para fusilar a René en el área pequeña, pero el madrileño se trastabilló en el remate y falló un gol cantado.
El Real Valladolid lo siguió intentando con un buen fútbol hasta que encajó el segundo gol, en una acción desafortunada: Guitián cedió un balón a Pau Torres, que, cuando iba a despejar de primeras, sin controlar el balón primero, éste le botó sobre el irregular césped de Montilivi y el arquero, sorprendido, sólo pudo ver como el esférico sobrepasaba su bota y se iba a las mallas sin remisión.
Con el 2-0, el partido se frenó. La reacción ante un gol que el Girona se había encontrado como el conejo que sale de una chistera cuando dentro había una paloma, fue muy complicada. El partido parecía zanjado, pero el Pucela todavía le dio cinco minutos de vida con el 2-1 que anotó Raúl de Tomás. El delantero bajó con clase un sensacional pase en profundidad de Míchel, superó a los centrales por velocidad y batió a René con un disparo raso. Lamentablemente, no hubo opciones para más y el partido terminó en derrota blanquivioleta.