2-1: Bienvenidos a un sueño llamado permanencia
El primer paso para obrar el milagro de la salvación se ha consumado hoy en el Nuevo Estadio José Zorrilla. 31 jornadas han tenido que pasar para ver por fin a un equipo con alma, algo de lo que el Real Valladolid había carecido incluso en sus anteriores cuatro victorias. Ocasiones por doquier que bien merecieron un resultado más abultado, pero el sufrimiento es fiel acompañante esta temporada. La victoria del Tenerife en El Molinón no ha acompañado, pero se compensará si mañana Osasuna vence al Málaga en Pamplona. Pase lo que pase, el partido del domingo en La Rosaleda se presenta como algo más que una final.
¿Cosa de Javier Clemente? Uno se sorprende al ver como el de Barakaldo dedica horas y horas a hablar con los jugadores, pero parece que ha dado resultado. Y no sólo eso. Muchos nos hemos empeñado en exculpar a los anteriores técnicos esta temporada, pero hay que ser realistas: el planteamiento táctico con hasta siete defensas sobre el césped y con tres laterales para tapar a Navas y Diego Capel fue más que efectivo. Barragán, Pedro López y Asier del Horno se encargaron de esa faceta, a la que se sumó Javi Baraja como apoyo desde el centro del campo. Borja y el centro de la zaga, con un sorprendente Nivaldo, aportaron mucha tranquilidad.
Nauzet Alemán tuvo ocasiones para sentenciar el encuentro al poco de comenzar e incluso mandó el un balón al larguero, pero fue el brasileño Diego Costa el que se reencontró con el gol después de un centro del canario que remató de cabeza al fondo de la portería defendida por Andrés Palop. El Sevilla no aparecía por Zorrilla y parecía estar de huelga por el descontento de su afición al conocer la sede de la final de la Copa.
La segunda parte fue un calco de la primera, casi una repetición. Los de Antonio Álvarez, lejos de reaccionar, seguían dormidos. El Valladolid volvió a creer en la salvación y hasta Manucho se unió a la fiesta después de una recuperación de Diego Costa que el angoleño remató de primeras y con una admirable sangre fría. Partido casi visto para sentencia.
Casi. Cala metió el miedo en el cuerpo de la hinchada blanquivioleta al marcar un golazo desde lejos, muy lejos, que entró por la escuadra derecha de la portería pucelana. Quedaba partido y los nervios invadieron a toda la ciudad. El golpe, si el Sevilla llega a empatar, podría haber sido definitivo, pero un pie salvador de Jacobo evitó que Navas diese un punto a su equipo y le robase el sueño de la permanencia a una afición que ha visto como este equipo tiene chance para quedarse en Primera.