Javi Guerra espera al saque de esquina. FOTOS Photogenic
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Fútbol  |  Real Valladolid-Celta de Vigo

1-2: Salió cruz

3 de Marzo de 2012

Y es que el José Zorrilla acogía este sábado un encuentro de altos vuelos, de los que se rotulan con rojo pasión, y eso se notaba en sus exteriores y en sus entrañas a escasos minutos de que comenzase. Unos dos mil aficionados vigueses dieron más color, celeste, del habitual a las gradas del coso blanquivioleta.

Hinchas que estarán viajando de vuelta a tierras gallegas reconfortados por tres puntos que no hacen soberana justicia, pues fue un partido en el que los dos equipos sostuvieron un parecido nivel balompédico y en el que no hubo un dominador claro. Cualquiera pudo llevarse el gran botín con el que se premiaba la batalla y, quizás, lo más justo hubiera sido un empate y no una derrota que escuece como un baño de ortigas.

Así, a excepción de un par de minutos en los que parecía que el Real Valladolid se desquitaba del sometimiento vigués, el Celta de Vigo mandaba en la elaboración con comodidad y sin cortapisas en los primeros compases de juego. Como se preveía, y en virtud de su mayúsculo estado anímico (cinco victorias consecutivas), el conjunto de Paco Herrera no iba a especular.

Todo lo contrario. Su esquema 4-1-4-1 le alcanzaba para acaparar la posesión y mantener agazapado a un Real Valladolid que funcionaba a contragolpes que casi siempre morían con un centro desde el costado de Nauzet.

Sensaciones poco halagüeñas para los diez primeros minutos del partido. No obstante, la belleza del fútbol reside en su capacidad sorpresiva, en su incertidumbre casi perenne pese a que el desarrollo de la función esté jalonado como el de un monologuista.

De este modo, y a los trece minutos de juego, la segunda oleada de la segunda o tercera jugada hilada por el Real Valladolid acabó con el esférico besando con pasión el fondo de las mallas ante el regocijo del respetable, hasta ese momento circunspecto.

Alberto Buen envío un balón al interior del área. Nauzet y Guerra eludieron el fuero de juego y el primero, el canario, asistió con sutileza al malagueño para que éste anotase su décimo tanto de la temporada extasiando los vomitorios. Discurría el minuto 13 de partido.

El gol aturulló a la escuadra gallega, pues perdió la posesión del balón y comprobó cómo se las gastaba el Real Valladolid, más descarado y paciente. Menos rígido y bien plantado ante un Celta que había perdido parte de su bella compostura. Así, Bueno y Nauzet contaron con un par de ocasiones no claras pero sí intimidatorias.

 

Fallo de Jaime

No obstante, el Real Valladolid fue desgastando su "punch". Su intensidad se descomponía a medida que el Celta retomaba el gusto por las inmediaciones del área. Dominios de Jaime, quien erró en el tanto del empate obrado por Iago Aspas, el más bullicioso de los hombres de ataque del conjunto gallego.

No atajó su pobre disparo y las tablas regresaron al electrónico a la media hora de partido (1-1). Instantes en los que el Real Valladodid apenas era capaz de hilar agradables transiciones y se encomendaba a su pegada y a la velocidad demoníaca de Sisi en los contragolpes.

En los compases finales del primer tiempo el partido se tornó en un contraproducente "correcalles". El medio del campo desapareció y ambos conjuntos contaron con ocasiones para haberse adelantado. No ocurrió así y Melero López decretó el tiempo de asueto sin que el marcador se moviese más.

En la reanudación el Valladolid evidenció que necesitaba más los tres puntos que su contrincante, pues éste rebajó su ímpetu fustigador y se encomendó más al tino de sus hombres de arriba en vez de elaborar con una cadencia más parsimoniosa.

El equipo de Djukic medraba con más soltura, pero los gallegos tenían una sólida y ordenada coraza, lo que iba auspiciando que la frescura del ataque vallisoletano se amodorrase pese a que intentaba robar cerca del área con una acompasada presión.

El Celta confiaba en su instinto asesino y a punto estuvo de cobrar ventaja con un contragolpe al espacio. Orellana se fajó de Jaime y Balenziaga, debajo del travesaño, evitó el tanto del Celta a los 63 minutos de juego.

Oportunidad que se fue al limbo pero que insufló remozados ánimos a los hombres de Paco Herrera, que volvieron a presionar en tres cuartos de cancha, lo que les llevó a monopolizar de nuevo el juego durante unos minutos.

Instantes de asedio que volvieron a voltearse hacia los treinta minutos del segundo tiempo. El Celta dejó hacer a los vallisoletanos, que alcanzaban con comodidad los metros previos a la frontal del área, donde les esperaban dos líneas de cuatro turgentes e impertérritas ante la ausencia de viveza en el ataque blanquivioleta.

El empate parecía el mejor desenlace pero el Valladolid no se dejaba llevar y apostaba por la cara, por los tres puntos. Atacó constantemente sometiendo casi de forma lasciva. Así, Jofre, cerca del noventa, falló una ocasión clara, aunque, a renglón seguido, el Celta generó un contraataque que Joan Tomás sólo tuvo que empujar para dejar a la parroquia blanquivioleta muda y hundida.

No salió cara y el Valladolid perdió uno de los partidos más bonitos que se han visto este año en Zorrilla y se aleja en siete puntos más el golaverage particular con un rival directo que, en el día de hoy, tuvo una pizca más de fortuna que su parejo contrincante.