




1-0: Es REAL
Rezaba nuestra previa que no había más receta para el milagro que tener un día perfecto y que el rival fuese un desastre. Se cumplió, pero con el mérito de que el Real Valladolid supo buscar y encontrar las cosquillas a un indolente Barça, desdibujado y apático, que probó en Pucela el sabor de la derrota y apreció el derroche del esfuerzo de un modesto. Lo apreció pero no lo valoró, porque culpó al césped de su infame partido.
Tan real como la vida misma y como su propio nombre índica, el Real Valladolid ganó al todopoderoso Barcelona y llevará el nombre victorioso de la ciudad por todo el mundo. Un día para sumar adeptos, un día para que la ciudad valore que tiene un equipo de fútbol que ha ganado a uno de los mejores equipos del planeta y que las alegrías son más alegrías, y más auténticas, si en Valladolid uno es del Real Valladolid.
JIM, reforzadísimo con estos tres puntos, gestó el triunfo desde antes del pitido inicial de Hernández Hernández. Ayer planeó y hoy ejecutó. Porque ayer, cuando meditó, charló, tanteó y, sobre todo, preguntó a Marc Valiente si se veía de mediocentro, empezó el triunfo pucelano.
La presencia de Valiente reconfortó a Álvaro Rubio, al que liberó de exigencias defensivas, y le dio más libertad para controlar el fútbol del Real Valladolid. Rubio completó, casi siete años después, uno de sus mejores partidos desde que llegó a Zorrilla. Y ya es difícil, porque sus actuaciones superan el notable de forma habitual. En una primera parte casi perfecta, el riojano pilotó al Real Valladolid y dirigió, secundado por Fausto Rossi, a un equipo que semana tras semanas adolecía de un empaque ganador.
Fue el italiano el que premió a su equipo con lo que en su país se llama gol partita y que, quien sabe, valga tres puntos que terminen siendo un "gol permanencia". Fue un tanto de insistencia, porque tras un córner, el balón se lo llevó el que más lo peleó, y tras un intento fallido de Guerra de encontrar portería, Rossi se encontró el balón y le sacudió un puntapié que ni olió Víctor Valdés.
Zorrilla se lo creyó consciente de que quedaba un mundo y el Barcelona aparecería tarde o temprano. Lo hizo timidamente en el arranque del segundo tiempo, pero prontó volvió a adolecer de actitud y carácter para derrumbarse ante un catatónico Pucela. Cesc, fantasmal, se sumó a un apagado Pedro y a un intermitente Neymar.
Solo Messi, y a ráfagas, tensionaban a los blanquivioleta, que no sufrieron en ninguna fase del partido un acoso y derribo. De hecho el encuentro acabó en el área de Valdés, poco después de que Óscar González a punto estuviese de cerrar el partido con el segundo gol del Real Valladolid.
Y así, y con el pitido final de un siempre sospechoso Hernández Hernández, el Pucela sumó tres puntos que hacen buenos unos cuantos empates de los anteriormente cosechados y que revientan la clasificación por la parte baja. Son mucho más que tres puntos, porque el 8 de marzo de 2014 ya está en los libros de historia del Real Valladolid.