1-0: Blandivioletas
Marchaban los aficionados de la Real de Anoeta pensando que el Real Valladolid no debería estar en la situación en la que está en la clasificación. Abandonaban su estadio con la sensación de que como mínimo, los de JIM habían merecido el empate y que su equipo no fue superior al penúltimo en la tabla.
Pero los que han seguido la trayectoria del Pucela al menos la mitad que lo que lo ha hecho un aficionado del Real Valladolid, saben que los blanquivioleta engañan. Y se engañan. Cada vez más. Juegan con muy poca fe, sin sentimiento y, sobre todo, se derrumban cuando se rompe el folio de lo previsto. Para bien o para mal. Frente al Rayo fue un gol a favor lo que adormeció al Valladolid, contra la Real un tanto en contra lo que deprimió a los pucelanos.
Y es que en el arranque el Real Valladolid se mostró voluntarioso, con buenas intenciones pero mínima definición. Pretende ganar sin tirar a puerta. No lo hace y , de hecho, en los últimos cuatro partidos acumula menos de diez tiros entre los tres palos. Aún así, ha sumado 4 puntos nada desdeñables que dan una media de un punto por cada menos de tres disparos.
Tampoco necesitan mucho más los rivales que, no obstante, tiran de pegada y aprovechan las que tienen. Carlos Vela tuvo una y la enjauló. Un desmarque, un buen pase y una fantástica definición. De algo no tan difícil es incapaz un Real Valladolid que siempre falla en algo. En Anoeta adoleció de peligro por los costados: decepcionante Jeffren, previsible Larsson y de nuevo fallón Óscar González. Lo bueno es que las tiene, lo malo es que hacía mucho tiempo que el salmantino no veía las porterías tan pequeñas, por no decir minúsculas. Está tan bloqueado como el equipo. Si no hay mago, no hay función.
Al retorno del descanso la película se mantuvo con el guión de la primera. Un Pucela que podía, y se supone que quería, pero no creeía. Desde el banquillo, poca opción y nula aportación. De los sustitutos y de un JIM consumido por las circunstancias. Refrescó las bandas con un resultado tan diferente como igual de negativo: de la fantasmalidad se pasó a la indolencia y la incapacidad. Fue el aporter de Omar y Ramá, cada vez más lejos de lo exigible para llevar el escudo del Real Valladolid en la Primera División.
Y así, fue Álvaro Rubio el que remó, con la mirada cómplice de un Javi Guerra aislado y desesperado deseoso de volver a entenderse con Óscar como otrora. El Pucela rondó el empate, la Real temporizó, y unas molestias de Rubio privaron a Manucho de darle la mordiente definitiva a los vallisoletanos. Entró Rossi y el equipo, lejos de volcarse, dio un paso atrás que consumió el partido y anuló cualquier opción de sumar. Algo innegociable frente al Almería si el Real Valladolid no quiere asumir un traumático descenso.