Ebert se lamenta de una ocasión fallada. FOTOS: Photogenic
Fútbol | Real Valladolid-Betis
0-1: Pifia postrera y desolación
18 de Septiembre de 2012
Iniquidad. El Real Valladolid, por fútbol y por desgaste, mereció al menos el empate ante un Real Betis que puso orden y celeridad al contragolpe, como se esperaba. Los de Djukic, que alternaron momentos de gran inspiración con otros más plomizos, echaron en falta la picadura de la cobra. Sigilosa y efecitva. No tuvo la mordiente necesaria como para materializar su buen hacer y abandonó el césped desolado por el inexistente premio a su atrayente predisposición.
El error de Jaime, garrafal, como se suele decir, empañó la noche de este lunes. Protagonista inesperado que no se arredró. No se escondió cual tortuga y dio un paso al frente en zona mixta. "Errare humanum est", dice el aforismo latino. Pues eso. Cualquiera puede equivocarse. Hincar la rodilla en el lodo cuando menos se desea, pero lo importante es agarrarse a la primera cuerda que te lanzan y sacar la cabeza, el cuerpo entero. Abandonar la ciénaga en la que pueden hundirte los focos y los teleobjetivos. El paradigma de la portería. Se pasa de héroe a villano con pasmosa facilidad. Y recordémoslo, al Zamora de Segunda no se le puede acabar el crédito por una acción desafortunada, por esperpéntica que pueda parecer. Máxime cuando en muchas ocasiones su sobriedad, su seguridad, ha pasado desapercibida.
Enfriados retazos del desenlace...
Mientras, en el inicio, once de gala e idéntico ímpetu al del encuentro ante el Levante. Fusta calmada pero presta. El Real Valladolid comenzó la contienda con las ideas claras, diáfanas. Presionaba y elaboraba. De lado a lado. Templando cada jugada.
El Betis enseguida se dio cuenta de ello, lo que le prestó a enseñar los colmillos en el medio del campo como un cocodrilo hambriento. En una de estas, robaron y una pared dejó a Agra con una autopista desde la zona de tres cuartos entre medias de los dos centrales. Se dio el balón largo y Jaime, pese a que dudó un milisegundo, llegó a tiempo para atajar la ocasión.
Primer bramido verdiblanco, conjunto que presionaba en toda la cancha, sabedor de que debía taponar el escandaloso juego blanquivioleta. Estéril, pues los de Djukic, con una electricidad de alto voltaje, disponían con un criterio que a simple vista pudiera parecer asequible.
De este modo, se sucedieron varias ocasiones para el bando local antes de que el minutero marcase el primer cuarto de hora de envite. Óscar voleó fuera un buen centro de Omar y Guerra, a renglón seguido, cabeceó a las manos de Casto un centro desde el costado derecho de Rukavina, el Daniel Alves, el Cafú, del Real Valladolid. Ebert ocupaba la posición de segundo punta y le cedía todo el carril hasta que Pepe Mel movió ficha y le cortó las alas.
El Real Betis Balompié se desquiciaba tanto como la santa madre de un ni-ni. No en vano, cuando Beñat disponía de dos segundos para cavilar, las señales de alarma se encendían y alborotaban a un respetable gozoso con el juego del equipo.
Poco a poco la chispa blanquivioleta se fue humedeciendo. El Betis pasó de mostrar su pulida dentadura a morder sin clemencia. Encimaba más allá del balcón del área de Jaime, consiguiendo que las posesiones del Real Valladolid languideciesen.
Los delanteros andaluces empezaban a pisar el área con asiduidad; Nono envió al lateral de la red, pecando de egoísmo, una buena internada, y, minutos más tarde, Jorge Molina sufría de narcolepsia en otra aparición cerca de la gatera.
La presión vallisoletana se diluía al mismo tiempo que Djukic se despojaba de la chaqueta. Instantes sombríos que la grada supo detectar para, así, alentar a sus bravíos futbolistas. Por aquel entonces, el Betis acusaba su impetuosidad y el Real Valladolid recuperaba parte de su mejor tono.
El dominio no era lascivo como en los primeros compases del partido. Álvaro Rubio no entraba tanto en contacto con el cuero como en otras ocasiones y la varita de Óscar no estaba abrillantada, aunque sí fue capaz de catapultar un vertiginoso contragolpe que Javi Guerra, quien estaba recibiendo un marcaje más que férreo por parte de Paulao, remachó con escasa convicción, en parte dado lo achicado que estaba por un defensor bético.
Delgado Ferreiro, que recordó dónde había colocado las tarjetas, amonestó al zaguero portugués finalmente, antes de pifiarla nuevamente al decretar el tiempo de asueto cuando el Real Valladolid se disponía a sacar un córner. Tenía prisa.
En la reanudación, el Real Valladolid calcó la paciencia y el afán avasallador del inicio del choque, pero con menor lucidez y profundidad. Así, se rescató una ocasión de Omar, quién no halló el arco de Casto en un pase al segundo palo de Ebert en una de las escasas ocasiones que se encaramó al área.
El equipo estaba plano. Rubio erraba demasiados pases y sus compañeros lo notaban. Djukic se percató y cambió al capitán blanquivioleta por Lluís Sastre, pero el problema no era únicamente el riojano. Ebert no estaba tan bullicioso, Guerra era un islote y los pases de Óscar no tenían la precisión milimétrica de otras citas.
La posesión era blanquivioleta. Sí. Pero el orden del Real Betis no se resquebrajaba. Sólo ocurrió en el minuto 71, cuando Óscar, para gusto de un servidor, demasiado escorado a la izquierda, entendió el desmarque de Omar a la espalda de Nelson. El canario centró al segundo palo, donde halló a Ebert, cuyo blando testarazo a punto estuvo de colarse si la manopla de Casto no hubiese rozado el esférico para que fuese repelido por el travesaño.
Instantes más tarde, el Real Betis, en una de sus escasas aproximaciones, se desquitó del susto con un contraataque en el que el disparo de Rubén Castro se topó con la colocación de Jaime. Antes, Manucho había entrado al campo en sustitución de Javi Guerra y minutos más tarde Djukic dio entrada a Bueno.
El angoleño se fabricó de un saque de banda un pase de la muerte que no encontró rematador, mientras que la volea del madrileño, tras un centro desde la izquierda, levantó al público de sus asientos al creer que se balón acariciaba las mallas.
Los cambios dieron otro empuje al Valladolid ante un Betis que estampaba su firma en el armisticio. Sin embargo, se encontró con un presente tragicómico. Un balón en profundidad no fue recogido como mandan los cánones por Jaime, dejando el balón muerto en las botas de Rubén Castro, quien marcó a placer a menos de dos minutos del final mientras Marc Valiente se desprocupaba de la jugada y se centraba en reclamar al juez de línea un fuera de juego que, según rezan los comentarios de los que han visto el choque por la caja tonta, no era. Lo que simulaba en finalizar en combate nulo se quedó en desolación surrealista. Fin de la historia...
FICHA TÉCNICA:
0 - REAL VALLADOLID: Jaime; Rukavina, Rueda, Marc Valiente, Balenziaga; Ebert, Álvaro Rubio (Sastre, min. 61), Víctor Pérez, Omar (Bueno, min. 82); Óscar y Guerra (Manucho, min. 72).
1 - REAL BETIS: Casto; Nelson, Mario, Paulao, Nacho; Nono (Nosa, min. 58), Rubén Pérez, Beñat; Agra (Alex Martínez, min. 63), Rubén Castro y Jorge Molina (Jonathan Pereira, min. 70).
GOLES: 0-1, min. 89: Rubén Castro.
ÁRBITRO: Delgado Ferreiro (comité vasco). Amonestó a Paulao, Sastre y Jonathan Pereira
INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la cuarta jornada de Primera División celebrado en el estadio José Zorrilla ante 13.460 espectadores. Realizaron el saque de honor los deportistas paralímpicos vallisoletanos en Londres 2012: Marta Arce, Amaya Alonso y Daniel Rodríguez.
El error de Jaime, garrafal, como se suele decir, empañó la noche de este lunes. Protagonista inesperado que no se arredró. No se escondió cual tortuga y dio un paso al frente en zona mixta. "Errare humanum est", dice el aforismo latino. Pues eso. Cualquiera puede equivocarse. Hincar la rodilla en el lodo cuando menos se desea, pero lo importante es agarrarse a la primera cuerda que te lanzan y sacar la cabeza, el cuerpo entero. Abandonar la ciénaga en la que pueden hundirte los focos y los teleobjetivos. El paradigma de la portería. Se pasa de héroe a villano con pasmosa facilidad. Y recordémoslo, al Zamora de Segunda no se le puede acabar el crédito por una acción desafortunada, por esperpéntica que pueda parecer. Máxime cuando en muchas ocasiones su sobriedad, su seguridad, ha pasado desapercibida.
Enfriados retazos del desenlace...
Mientras, en el inicio, once de gala e idéntico ímpetu al del encuentro ante el Levante. Fusta calmada pero presta. El Real Valladolid comenzó la contienda con las ideas claras, diáfanas. Presionaba y elaboraba. De lado a lado. Templando cada jugada.
El Betis enseguida se dio cuenta de ello, lo que le prestó a enseñar los colmillos en el medio del campo como un cocodrilo hambriento. En una de estas, robaron y una pared dejó a Agra con una autopista desde la zona de tres cuartos entre medias de los dos centrales. Se dio el balón largo y Jaime, pese a que dudó un milisegundo, llegó a tiempo para atajar la ocasión.
Primer bramido verdiblanco, conjunto que presionaba en toda la cancha, sabedor de que debía taponar el escandaloso juego blanquivioleta. Estéril, pues los de Djukic, con una electricidad de alto voltaje, disponían con un criterio que a simple vista pudiera parecer asequible.
De este modo, se sucedieron varias ocasiones para el bando local antes de que el minutero marcase el primer cuarto de hora de envite. Óscar voleó fuera un buen centro de Omar y Guerra, a renglón seguido, cabeceó a las manos de Casto un centro desde el costado derecho de Rukavina, el Daniel Alves, el Cafú, del Real Valladolid. Ebert ocupaba la posición de segundo punta y le cedía todo el carril hasta que Pepe Mel movió ficha y le cortó las alas.
El Real Betis Balompié se desquiciaba tanto como la santa madre de un ni-ni. No en vano, cuando Beñat disponía de dos segundos para cavilar, las señales de alarma se encendían y alborotaban a un respetable gozoso con el juego del equipo.
Poco a poco la chispa blanquivioleta se fue humedeciendo. El Betis pasó de mostrar su pulida dentadura a morder sin clemencia. Encimaba más allá del balcón del área de Jaime, consiguiendo que las posesiones del Real Valladolid languideciesen.
Los delanteros andaluces empezaban a pisar el área con asiduidad; Nono envió al lateral de la red, pecando de egoísmo, una buena internada, y, minutos más tarde, Jorge Molina sufría de narcolepsia en otra aparición cerca de la gatera.
La presión vallisoletana se diluía al mismo tiempo que Djukic se despojaba de la chaqueta. Instantes sombríos que la grada supo detectar para, así, alentar a sus bravíos futbolistas. Por aquel entonces, el Betis acusaba su impetuosidad y el Real Valladolid recuperaba parte de su mejor tono.
El dominio no era lascivo como en los primeros compases del partido. Álvaro Rubio no entraba tanto en contacto con el cuero como en otras ocasiones y la varita de Óscar no estaba abrillantada, aunque sí fue capaz de catapultar un vertiginoso contragolpe que Javi Guerra, quien estaba recibiendo un marcaje más que férreo por parte de Paulao, remachó con escasa convicción, en parte dado lo achicado que estaba por un defensor bético.
Delgado Ferreiro, que recordó dónde había colocado las tarjetas, amonestó al zaguero portugués finalmente, antes de pifiarla nuevamente al decretar el tiempo de asueto cuando el Real Valladolid se disponía a sacar un córner. Tenía prisa.
En la reanudación, el Real Valladolid calcó la paciencia y el afán avasallador del inicio del choque, pero con menor lucidez y profundidad. Así, se rescató una ocasión de Omar, quién no halló el arco de Casto en un pase al segundo palo de Ebert en una de las escasas ocasiones que se encaramó al área.
El equipo estaba plano. Rubio erraba demasiados pases y sus compañeros lo notaban. Djukic se percató y cambió al capitán blanquivioleta por Lluís Sastre, pero el problema no era únicamente el riojano. Ebert no estaba tan bullicioso, Guerra era un islote y los pases de Óscar no tenían la precisión milimétrica de otras citas.
La posesión era blanquivioleta. Sí. Pero el orden del Real Betis no se resquebrajaba. Sólo ocurrió en el minuto 71, cuando Óscar, para gusto de un servidor, demasiado escorado a la izquierda, entendió el desmarque de Omar a la espalda de Nelson. El canario centró al segundo palo, donde halló a Ebert, cuyo blando testarazo a punto estuvo de colarse si la manopla de Casto no hubiese rozado el esférico para que fuese repelido por el travesaño.
Instantes más tarde, el Real Betis, en una de sus escasas aproximaciones, se desquitó del susto con un contraataque en el que el disparo de Rubén Castro se topó con la colocación de Jaime. Antes, Manucho había entrado al campo en sustitución de Javi Guerra y minutos más tarde Djukic dio entrada a Bueno.
El angoleño se fabricó de un saque de banda un pase de la muerte que no encontró rematador, mientras que la volea del madrileño, tras un centro desde la izquierda, levantó al público de sus asientos al creer que se balón acariciaba las mallas.
Los cambios dieron otro empuje al Valladolid ante un Betis que estampaba su firma en el armisticio. Sin embargo, se encontró con un presente tragicómico. Un balón en profundidad no fue recogido como mandan los cánones por Jaime, dejando el balón muerto en las botas de Rubén Castro, quien marcó a placer a menos de dos minutos del final mientras Marc Valiente se desprocupaba de la jugada y se centraba en reclamar al juez de línea un fuera de juego que, según rezan los comentarios de los que han visto el choque por la caja tonta, no era. Lo que simulaba en finalizar en combate nulo se quedó en desolación surrealista. Fin de la historia...
FICHA TÉCNICA:
0 - REAL VALLADOLID: Jaime; Rukavina, Rueda, Marc Valiente, Balenziaga; Ebert, Álvaro Rubio (Sastre, min. 61), Víctor Pérez, Omar (Bueno, min. 82); Óscar y Guerra (Manucho, min. 72).
1 - REAL BETIS: Casto; Nelson, Mario, Paulao, Nacho; Nono (Nosa, min. 58), Rubén Pérez, Beñat; Agra (Alex Martínez, min. 63), Rubén Castro y Jorge Molina (Jonathan Pereira, min. 70).
GOLES: 0-1, min. 89: Rubén Castro.
ÁRBITRO: Delgado Ferreiro (comité vasco). Amonestó a Paulao, Sastre y Jonathan Pereira
INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la cuarta jornada de Primera División celebrado en el estadio José Zorrilla ante 13.460 espectadores. Realizaron el saque de honor los deportistas paralímpicos vallisoletanos en Londres 2012: Marta Arce, Amaya Alonso y Daniel Rodríguez.