Rugby

Pequeños solidarios en los campos de Pepe Rojo

Más de 1.200 niños se congregaron en los campos de Pepe Rojo para disfrutar de una afición común, el rugby, y de paso, apoyar la iniciativa de donar un euro cada uno para destinarlo a Haití, a través de Unicef.


Unos campos a rebosar de niños, junto con familiares y entrenadores, que mostraban una estampa muy colorida de buen juego, ganas de pasarlo bien y mucha solidaridad. Así era lo que se podía ver en el torneo de invierno que organiza cada año El Salvador para categorías inferiores, y al que acuden las escuelas de rugby más prestigiosas del país, procedentes de 19 clubes.


Pero no sólo había muchos niños, también muchos padres que animaban y comían a partes iguales. Algunos, llenaban el bar, pero otros venían muy bien preparados, con el chorizo debajo del brazo, las tarteras incluso una mesa de camping para sujetar la pata de jamón que traían. Eso sí, mientras, no dejaban de gritar y alentar a sus hijos. Los había de todas las edades, pero los más pequeños eran los más graciosos. "Espera - le decía una madre a otra- vamos a parar a ver a estos pequeñajos, son totales". Otros padres "estudiaban" al rival: "Áquel nos la preparó en el campeonato de Madrid, ¿te acuerdas? es bueno, muy valiente", comentaba.


La comida era otro tema muy recurrente, los niños compartían las bolsas de aperitivos, mientras otros ya pensaban en la hora de comer: "Papá, comprame un bocadillo de panceta", a lo que el padre contestó: "Depende de los ensayos que metas". Para una madre se hacia un poco pesado estar todo el día, pero su acompañante replicaba: "Lo que no se haga por los niños..."


Cristina viene de Las Rozas con sus dos hijos, una niña de 9 años y un hijo de 12, que juega en alevines con el Ingenieros Industriales que acaba de ganar. "Es el tercer año que venimos, a los niños les encanta, está muy bien organizado y nos lo pasamos muy bien". Rodolfo, otro padre madrileño, también con dos hijos de 10 y 6 años, apuntaba una sugerencia: hinchables para los niños acompañantes que no juegan. "Y se les ha olvidado encender la calefacción", añadía en tono jocoso, aunque Cristina confesaba: "el año pasado fue horrible el frío que pasamos".


Éste era el otro tema de conversación, "Edu, ponte el abrigo, que te vas a quedar helado" o "Vamos a correr un poco por aquí para entrar en calor", eran frases muy escuchadas. Y también las "lesiones". Un niño acaba el partido contento, abraza a su madre, y ésta le pone una tirita en la herida que se ha hecho en la rodilla. A su lado, otro le enseña a su padre cómo le está sangrando el labio, por lo que le pide un pañuelo de papel.


Mientras, las conversaciones de los pequeños jugadores son distintas: "Nos hemos relajado, por eso hemos perdido, ¡no puede ser!", se queja uno al resto de su equipo, que está triste, sentado en unos bancos. "Hay que llegar a la final, ¿eh? contra El Salvador, ya lo verás", comenta un niño de Majadahonda.


Y así pasó el día, entre partido y partido, del campo al bar, pasando por el puesto de Unicef colocado para que los participantes realizaran su donación.