El público vallisoletano, vestido de amarillo, animó a sus pequeñas gimnastas
El público vallisoletano, vestido de amarillo, animó a sus pequeñas gimnastas
El público vallisoletano, vestido de amarillo, animó a sus pequeñas gimnastas
Las niñas buscan su ejercicio en las fotografías del ordenador
Las entrenadoras abrazas a las gimnastas antes de su actuación
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Un ambiente familiar entre el colorido y los aplausos

El polideportivo Pisuerga revistió sus gradas de colorido y música para acoger el Campeonato nacional base de conjuntos de gimnasia rítmica. Unos 1.150 gimnastas participaban en el tapiz, por lo que eso significa miles de padres y familiares entre el público, con camisetas de colores, banderas, aplaudidores, pelucas y, por supuesto, cámara de fotos y vídeo en mano para retratar el momento.

Porque en un campeonato de gimnasia rítmica no sólo hay bellos ejercicios de pelota y aros realizados por pequeños gimnastas que parecen de goma, sino un mundo paralelo que irradia buen ambiente, parecen incluso una gran familia. "Conoces a mucha gente y a niños de otros sitios. Las niñas vienen encantadas, además es buenísimo que hagan deporte", afirma Carmen Fernández, madre de una niña cadete del club Gimnasia Calpe. Ataviada con una camiseta color verde pistacho y rodeada de otros familiares del club comenta que han venido un autobús y coches particulares. "Es la primera vez que venimos a Valladolid, pero sí hemos ido a otros campeonatos. Viajamos siempre, padres, hermanos, abuelos tíos... ¡todos! porque es una ilusión, además si el resultado es bueno, merece la pena", dice mientras confirma el gasto económico que supone el desplazamiento y el hotel.

Entre gritos de ánimo y aplausos, apenas se puede oir por megafonía el club que va a actuar, pero el público no se pierde un ejercicio, incluso van tachando en la lista de participación por dónde van. En las gradas también se puede distinguir una gran variedad de acentos, porque hay participantes de casi todas las comunidades autónomas de España. Las que más llaman la atención son las tinerfeñas del Club Taina que llevan un forro polar lila y van ataviadas con guantes y bufandas que les tapan media cara.

Puestos de ropa y fotografías

Además, no pueden faltar las barras para tomar un café y un bocadillo para reponer fuerzas, un stand donde se vende la camiseta del Campeonato a ocho euros, y varios puestos con ropa, mazas, pelotas, ganchitos para el pelo, llaveros, sombras de ojos, purpurina y un sinfin de cosas que a las niñas les encanta y convencen a las madres para comprar. También hay un puesto de fotografía, con unos ordenadores donde las gimnastas buscan su ejercicio y compran la instantánea profesional.

Las fotos son protagonistas del campeonato, no sólo los familiares, sino las propias entrenadoras hacen fotos a las gimnastas antes y después de salir al tapiz. Este momento es muy especial. A las pequeñas se las ve nerviosas calentando, pero ahí están los técnicos para darles todo su apoyo. Besos, muchos besos, respiran profundo, suerte y....¡acción! Ellas las miran desde un lado, nerviosas también, pero orgullosas, y satisfechas. Y al acabar, otra vez lo mismo, besos y abrazos, aunque también palabras de consuelo para aquellas que salen llorando impotentes si tuvieron algún fallo.

"Estamos contentísimas", afirma la entrenadora Lucía Álvarez (Club Valladolid  GR y Rítmica Vallisoletana) cuando sus niñas de benjamín terminan su actuación. Son cinco pequeñas de 8 y 9 años que han preparado este ejercicio desde septiembre, entrenando unas doce horas a la semana. "Algunas es la primera vez que compiten en un campeonato", aclara, aunque éste es especial: juegan en casa. "Siempre gusta competir en casa y eso se nota desde el tapiz. Te sientes muy arropada, hay que agradecer a la afición, a la familia, a todo el club que ha venido, que este año se había propuesto animarnos sin parar y lo han conseguido", sonrie. Eso, desde luego, que no falte.

Y al acabar, mientras la organización comienza ya a recoger y limpiar, el público se despide. Se hacen más fotos, cogen sus maletas, se dirigen a los autobuses y como dice una abuela: "Cada mochuelo a su olivo". Abrazos, ánimos y risas que ayudan a crear ese buen ambiente familiar.