Procesión de penitentes en El Sadar
El Real Valladolid disputa esta noche en Pamplona su enésima final en lo que va de Liga. De las anteriores, solo ganó al Almería y, el resto, acabaron en empates que cada vez se empiezan a valorar más a orillas del Pisuerga. La pregunta es, ¿qué sería del Real Valladolid sin 13 puntos? Bastante clara queda la respuesta, que también podría argumentarse con qué sería del Real Valladolid si uno, dos, o tres de esos empates hubiesen acabado en victoria.
De nada sirve pensarlo. A los pucelanos se les agotan las oportunidades, pero siguen más que vivos. Hasta el punto de que, si la Liga llegase ahora mismo a su fin, continuarían en Primera. Hay que hacerlo realmente mal para descender a Segunda División. De momento, el Real Valladolid lo hace solo mal.
Pamplona se presenta como un punto de inflexión dentro del tramo final. Una victoria catapultaría a los de JIM hacia una zona más tranquila. Sin garantizar nada, pero sí dejándolo a golpe de dos triunfos. Una derrota no solo complicaría las cosas, sino que sacaría al Osasuna del hoyo y dejaría al Real Valladolid en una pelea entre muy pocos equipos. Y en la rifa del descenso, cuantos menos papeletas, mejor.
Ha sido una semana de incertidumbre en el vestuario local de Zorrilla. Se aceptó como válido, simplemente válido, el punto obtenido frente a un Valencia que demostró con su remontada frente al Basilea que no es ninguna broma de equipo, pese a la descafeinada versión que ofrecieron en Valladolid. El equipo blanquivioleta parece consciente de lo que hay en juego y cierto es que ha demostrado que, cuando se la juega de verdad, no suele fallar. Otra duda vuelve a ser el rendimiento como visitante, que se limita a una victoria, un bagaje insuficiente para merecer la permanencia. El Sadar se ve también como una oportunidad para paliar los miedos allende de Zorrilla.
JIM ha reconocido, al igual que hizo hace siete días, que baraja la posibilidad de hacer cambios. De nuevo, parece, ofensivos. Al fin y al cabo, Óscar reconoce la evidencia: no está bien y no se siente cómodo en la izquierda. Por eso hoy el salmantino podría estar en la mediapunta o, en su defecto, más a la izquierda todavía: en el banquillo. No se puede obviar que Manucho y Rubio han trabajado esta semana a menor ritmo que sus compañeros. El riojano, eje de este Real Valladolid, está entre algodones y su participación sería innegociable de no ser por la paulatina pérdida de confianza de Juan Ignacio en Fausto Rossi, que ha ido perdiendo protagonismo desde el Pucelazo.
En El Sadar hay conciencia de que el Osasuna se juega mucho, muchísimo. Por ello, que sea viernes no impedirá que los de Gracia se sienta respaldados con la que será una de las mejores entradas de la temporada. El Real Valladolid deberá abstraerse y vestirse con el cucurucho que el Málaga se puso hace no mucho en Pamplona.