Los gestos del debut
Era el debut de Abel Resino en el banquillo blanquivioleta y no sé si era por los nervios pero no paró quieto en toda la primera parte: aplaudía, animaba, indicaba con la mano dónde tenían que colocarse sus jugadores, paseaba de un lado a otro, se cruzaba de brazos, metía las manos en los bolsillos, se colocaba el pantalón... Y sin embargo, en los goles, apenas se inmutaba. No saltó ni gritó con un 2-0 en el marcador. Solo en el primer gol del Numancia pidió calma a sus jugadores con un gesto con las manos.
Estuvo cariñoso con Pedro López cuando se retiró lesionado y de vez en cuando se volvía al banquillo y hablaba o se lamentaba con gestos. Gesticula mucho. En el 3-2 bebe agua, quizás para pasar el mal trago no se le vaya a atragantar un empate. Pero no, se va al descanso pensativo tocándose la barbilla.
En la segunda parte está mucho más calmado, apenas pasea o dice algo a los jugadores. Da indicaciones a Álvaro Antón cuando va a entrar en el campo y se agacha hacia el banquillo para hablar bastante con Sabas, su segundo entrenador y ex jugador del Atlético Madrid. La cosa se pone fea. Como dirá él más tarde, es un partido atípico en Segunda División que se escapa después de ir ganando por dos goles.
Se echa las manos a la cabeza cuando no pitan un penalti al Real Valladolid y también en una ocasión de Guilherme que podía haber sido el 4-2 y cambiar el rumbo del partido, pero poco más.
Llega el 3-4 para el Numancia y desde entonces apenas se mueve hasta que su equipo empata el partido y entonces aplaude a sus jugadores para animarles. Vuelve a hacer indicaciones con las manos, pero se queda de piedra en el definitivo 4-5.
Aunque viste de oscuro, pantalón, abrigo y zapatos negros, debajo de la americana lleva una camisa blanca con rayas lilas. Cuando va a salir del estadio, se ajusta al cuello una bufanda grande morada y negra. Parece que comienza a identificarse con el proyecto vallisoletano, porque dice en rueda de prensa: "tengo plena confianza en que voy a levantar este equipo".
