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Fútbol  |  Rayo Vallecano-Real Valladolid

0-3: Premio a toda la injusticia acumulada

25 de Octubre de 2013
Escrito por
Chus Rodriguez
Como sin Manucho pero con Manucho. Así planteó el Real Valladolid
el partido en Vallecas. O al menos fue lo que se vio. Un Rayo
descolocado y que había trabajado toda la semana en función de la
presencia del futbolista africano. Las horas que Jémez le dedicó a
Manucho en la previa fueron en balde, porque Juan Ignacio fue un paso
por delante. Vendió en la previa, o dejó caer, que el angoleño sería
titular y en Vallecas picaron. A partir de ahí, estrategia claramente
definida: presionar, recuperar, tocar con velocidad y no fiar todo el
ataque al balón largo. Esto provocó un sacrificio importante en los dos
delanteros, Javi Guerra y Manucho, que se compenetraron más que nunca.

Fue la clave, sumado este factor a un vivaz Fausto
Rossi, con Javi Baraja de guardaespaldas, y la aparición de Patrick
Ebert. Carta blanca, barra libre. Con el alemán hay que ponerse una
venda, cerrar los ojos, y dejarse llevar. Creerse que el gesto de
silencio y el corte de mangas en su celebración frente al Sevilla son
para un amigo. Posiblemente nadie le crea, pero todo el mundo le quiere
creer. El golazo que abrió la lata le da crédito para marcar
diferencias, fuera y dentro del terreno de juego. No es lo ideal, pero
sí lo más conveniente. Lo que queda evidenciado es que Ebert, si está
físicamente bien, es un Mercedes Benz rodeado de la fiabilidad de diez
coches de la factoría vallisoletana de Renault. Entre ellos está Javi
Guerra, delantero donde lo haya, cada día más nueve y que demostró en el
segundo gol atravesar un momento dulce. 


Así cerro el Real Valladolid la primera parte: un
golazo de Ebert, fruto de un disparo de la frontal con un efecto
imposible para Rubén y el tanto de Guerra, que fue el reflejo de los
ingredientes del primer tiempo, recuperación, velocidad y definición.

En la misma línea arrancó la segunda parte. Juan
Ignacio no quiso arriesgar un ápice con Ebert y le reemplazó por Daniel
Larsson. En 120 segundos de presencia sobre el verde al sueco le sonrió
la suerte (la buscó) negada durante los últimos cuatro meses. Recuperó
un balón por insistencia y al borde del área regateó al guardameta
rayista para hacer el tercero. El Rayo arriesgó, adelantó la línea y
empezó a jugar con diez jugadores casi en todo momento acampados en
terreno pucelano. Mariño abortó cualquier intento. Alcatraz sustituyó a
un vaciado Guerra, Rubio al sacrificado Baraja y los minutos pasaron
hasta el pitido final. Tres puntos que suman diez y cambian por completo
la panorámica y el futuro cercano.