YO ESTUVE EN ALCORCÓN

David de la Fuente | Diario de un aficionado
28 de Mayo de 2012

Todo comenzó hace varios partidos, cuando veíamos que nos estábamos jugando nuestras opciones de ascenso directo. Estaba convencido de que íbamos a subir el partido de Alcorcón y así se lo hice saber a todos los que me rodean, e incluso me atreví a pedirlo desde estas líneas como regalo de cumpleaños. Mi familia y amigos hicieron lo posible, o más bien lo imposible por conseguir las entradas. Me contaron que han pasado las de Caín para poder tenerlas. Un complot del estilo “Rebelión en la granja” para que yo no me enterara hasta el sábado 26. Finalmente como regalo ¡las entradas! ¡Vaya cara se me debió quedar!


El domingo, por motivos de logística, viajamos en coche. Decidimos pasar el día en Madrid, que nos parece que tiene más lugares para disfrutar que Alcorcón. Los nervios de primera hora por ir a ver al equipo se van pasando a medida que nos acercamos a la capital. En Madrid vamos luciendo nuestros colores por la zona de La Latina y tenemos la sensación de que nos mira todo el mundo como diciendo “y estos, ¿de qué árbol se han caído si ya ha terminado la liga? Disfrutamos de un día espléndido y cuando llegan las seis de la tarde vuelven los nervios “venga, vamos ya a coger el coche que hay que llegar, buscar el estadio y todo”


Alcorcón, siete menos cuarto de la tarde, preguntamos a un paisano que cómo se llega a Santo Domingo y nos explica que en la cuarta rotonda giremos a la izquierda señalando hacia la derecha. . . en fin. Tenemos la suerte que nos adelanta otro coche con banderas del Pucela que parece que sabe dónde va y le seguimos. Efectivamente, gira en la cuarta rotonda a la izquierda y ahí, a la puerta de un bar, una marea blanquivioleta corea nuestras canciones preferidas. No puedo evitar el tocar el claxon “pi, pi, pipipí, pi, pi pipi, pipí”. Todos con alborozados gritan ¡ehhhh!


Antes de entrar vemos muchas caras conocidas. Vemos a Caminero que nos hacemos una foto con él, periodistas de la tele o la radio como Manolo Centeno (yo no me pierdo La Jornada ni un lunes) al que saluda todo el mundo, José Luis Rojí, o Marina Marcos. Una vez dentro de la coqueta caja de cerillas que es el estadio Saludo a Pedro y su familia del Bar Armonía, a uno de los de la gasolinera de La Circular que tampoco se pierde una, a Virginia y Pablo. . .  estamos ya en nuestro asiento y me vienen a la cabeza los cánticos de hace años cuando jugamos la promoción contra el Toledo para quedarnos en primera ¡El Salto del Caballo es un futbolín, El Salto del Caballo es un futbolín, lalala!


El Valladolid juega con el once de gala. No puede salir nada mal. Pita el árbitro y casi estamos afónicos porque llevamos cantando media hora. No paramos de animar y seguro que se nos oye en todo el estadio ya que la afición estamos ubicados en todas las partes del campo. En cada fondo tenemos un grupo, y en la grada lateral también dos grupos, uno arriba y otro abajo.


Pasamos los nervios de siempre pero el equipo nos da tranquilidad y llega el éxtasis en el minuto 41 cuando con esa pausa que tiene Nauzet clava el primero. Todo el estadio vibra con el canario. Nos vamos a ir al descanso un poco tranquilos a pesar de que también va ganando el Celta. De repente a un iluminado se le ocurre decir que ha marcado el Nástic y nos volvemos todos locos. Coreamos ¡Nástic, Nastic! como si fueran los nuestros o si D´alessandro nos cayera bien.


Descanso. Respiramos hondo. Nos está gustando el equipo. Hacemos grupeto entre los que estamos juntos para comentar las jugadas y nos vemos eufóricos. Siendo la hora que es, se nota la tensión porque no saca un bocadillo al descanso ni Rita. Tenemos los estómagos cerrados.


¡Vamos chicos! a por la segunda parte. De nuevo Nauzet a pase espectacular de Guerra nos hace creer que vamos directos al ascenso. Cantamos el ¡que sí, oé, que vamos a ascender! ¡vamos mi Pucela, vamos campeón! ¡por eso yo te quiero dar, Pucela mi corazón! Y mil canciones más.


Con el 0-2 se me ocurre hacer uno de los comentarios más desafortunados de todo el año “creo que de los últimos partidos es el que más tranquilo estoy ¿cuánto hace que no ganamos por dos goles?” y ¡zas! Jarro de agua fría. Bueno, tenemos otro. Miedo, tensión, nervios. Nos acosan. Gritos de ánimo pero lo vemos mal. Nos están agobiando y ¡vamos, vamos! La tiene Sisi, está solo, remata de cabeza y ¡la hemos tenido!


Solo faltan cinco minutos y esto es un sin vivir. El equipo está muerto. Hemos coreado los nombres de Óscar y Nauzet al retirarse con reverencias que ni a un rey. El pobre Nafti está como un perrillo con la lengua fuera, y el mazazo: 2-2. Nos venimos abajo. Nos sale un tímido Pucela, Pucela, pero sabemos que está casi imposible. Final del partido y. . . qué queréis que os diga. . .


Cuando nos dirigimos al coche para volver a Valladolid nos cruzamos con Peña y Baraja que van cabizbajos. Se les nota en la cara que están jo. . . tanto o más que nosotros. Sólo nos sale un lacónico “hasta luego. Buen partido, chicos”. Sólo se encogen de hombros y nada más. Carretera, y como le puse en un mensaje a mi hermana para decirle que habíamos llegado bien “ya hemos llegado. Viaje tranquilo y triste”.


Pero lo bueno es que todos los días sale el sol, y ahora nosotros tenemos una parte importante. Tenemos que levantar el ánimo, acudir el partido contra el Guadalajara y aplaudir, aplaudir, y aplaudir. Sabíamos que no lo íbamos a tener fácil y si hay que subir en la promoción, pues se sube en la promoción. Ahora sí, el equipo nos necesita y ahí vamos a estar, porque somos el Pucela, porque somos Valladolid, y entonces diré ¡el año del ascenso, yo estuve en Alcorcón!