Y EN INVIERNO LLEGÓ EL MUNDIAL

Natalia Ayala | Periodista
8 de Junio de 2010

Un Mundial de Fútbol es partidos con sol, es más de medio mundo viajando tras un balón, es robarle horas al estudio en el instituto y la carrera, es volver de la piscina y almorzar una paella antes de un Portugal - Brasil, es comprarse un nueva tele con alta definición y desempolvar banderas que ondean en los cristales de los coche… Un Mundial es verano.


“¿Te vas a Sudáfrica? Qué suerte, cubrir un Mundial”; “Ten cuidado que allí está entrando el invierno y podéis pasarlo mal”;  “No olvides ropa de abrigo”… Hasta quien estuvo en la Copa Confederaciones nos advirtió de posibles resfriados durante nuestro trabajo en el Mundial.


Cuando una nace en Valladolid el frío da menos miedo que las picaduras de mosquitos y algún tipo de moscardón. Aún así, mi maleta se dividió en invierno, entretiempo y alguna camiseta de tirantes, por si las moscas.


El centro de prensa del Mundial, el IBC, está concebido como una serie de pabellones unidos entre sí alrededor de una gran plaza. En ella, palmeras, sombrillas, césped y hasta un restaurante-barbacoa. Aún no ha llegado el momento álgido y los periodistas tenemos algún hueco para olfatear los alrededores y compartir impresiones con compañeros de todo el mundo. Algunos reponen fuerzas con un helado y cerca de una fuente fresca, otros, sentados en el césped y tirando de protector solar para evitar quemaduras.


Por las noches refresca, una chaquetita y una pashmina son suficientes. Lo más parecido al frío de un invierno vallisoletano, de las noches cruzando el Pisuerga entre cencelladas, es de momento el interior del IBC con el aire acondicionado al máximo.


Dicen que a finales de mes bajarán los termómetros, pero, de momento, Johanesburgo nos ha recibido con un más que agradable otoño. Y con un cielo que seguramente se adueñará de mi álbum de fotos.