TU QUOQUE, BRUTE, FILI MI?

David García | Balón oval
2 de Junio de 2012

La temporada del Vrac Quesos Entrepinares podríamos asemejarla a una auténtica historia ambientada en la antigua Roma: con sus victorias, derrotas, celos, traiciones, asambleas y elecciones. Lo tiene todo e incluso la realidad supera la ficción.

Después de grandes campañas deportivas, con grandes logros de títulos y buenos papeles en la liga, la entidad añoraba el mayor de los éxitos, una ofensiva total contra los territorios vecinos que últimamente copaban todas las discusiones senatoriales en el foro quesero.

Pese a que en años anteriores el club vallisoletano consiguió la Copa del Rey, posiciones altas en la clasificación y el subcampeonato de copa de la anterior temporada, desde los cuarteles generales no se termina de vislumbrar el éxito. Por ello se produce la revolución, y Fernando de la Fuente se pone al mando del ejército azulón. Una unidad poderosa, completada por grandes fichajes que dotan al nuevo Vrac de armas necesarias para alcanzar lo más alto.

Desde lugares lejanos llegaban nuevos elementos: a destacar un centurión neozelandés que conducirá a la victoria en críticas batallas sobre el campo y una punta de lanza en la columna pucelana compuesta por una delantera potente y dinámica. El plan estaba trazado y el autoproclamado emperador se adentraba en los bastos horizontes del rugby español: la suerte estaba echada.

Los prolegómenos fueron algo inciertos, pero el avance de Vrac era imparable. A los pies del emperador rindieron honor algunos de los equipos mas potentes de nuestro rugby. También se produjeron derrotas dolorosas ante enemigos acérrimos (Cetransa El Salvador) y otras muy lejos de casa (U.E Santboiana), que hacían pensar en otro año vacuo. Mientras la guardia pretoriana comenzaba a sufrir fisuras y desde Roma llegaban noticias de cambios y transiciones. No obstante, pese a caer en algunas batallas, la guerra hacia prever un final victorioso.

Un nuevo ataque interno surgía interiormente en el foro del club. La eliminación copera se resentía en la entrañas del imperio y correos de antiguos generales llegaban por doquier dinamitando la entereza del emperador. Un esfuerzo político dentro del senado azulón hacia reconducir al equipo a una calma chicha, la justa para encarar la última acometida al triunfo, pero el embate lleno de veneno resultaría mortal a la postre.

Una nueva victoria en tierras hostiles, colocaban como lideres a los vallisoletanos. Un partido épico que fue celebrado con un inusitado frenesí por los más altos dignatarios. Mientras, se estaban llevando a cabo movimientos y llegaron unas elecciones para retomar el rumbo de la entidad. Un nuevo gobernador toma el poder del imperio y su silencio preocupa al emperador “Canas”. Pese a los recelos, la batalla final se acerca y no conviene precipitar acontecimientos que pudieran desestabilizar el poderoso ejercito azulón. Desde los cuarteles generales se intenta aparentar tranquilidad, continuismo y sensaciones de estabilidad, pero la venganza se está fraguando y la guarda pretoriana ha huido buscando cálidas tierras donde vivir en paz y sosiego recolectando los frutos sembrados.

El emperador dirige a sus huestes en busca del último enfrentamiento de la temporada. Ante si un digno rival, pero insuficiente ante la maquina perfecta que resulta ser el ejercito capitaneado por el emperador, y la victoria llegó dentro del gran circo vallisoletano, con las gradas repletas de seguidores expectantes ante el sacrificio de las fieras sobre la arena del Circo de Pepe Rojo. Un lleno a reventar y un clímax emocional. Después de once años el gran imperio quesero vuelve a ser el triunfador y poseedor del título liguero.

Pero el emperador está moribundo, herido de muerte. La venganza se sirve en plato frío, las conjuras internas llevan al aguijonazo definitivo sobre la gran figura del rugby azulón. Vine, vi y vencí, alega el gran emperador en un último intento de desclavar ese daga que lo lleva a su final al frente del equipo de su alma. Pero pese a que las manos de sus enemigos están manchadas de sangre, el senado del Vrac da el visto bueno y los seguidores confirman el reemplazo. El emperador cae definitivamente, sin ningún poder dentro de la asamblea recién elegida, y una última frase sale de sus experimentados labios: ¿tu también Bruto, hijo mío?