SUDÁFRICA ES UNA MINA
Es cierto que no he podido moverme de Johannesburgo en estos días. Que la ciudad tiene numerosos inconvenientes como para que resulte incómoda, pero creo que le estoy cogiendo más cariño que mis compañeros. El tiempo ha mejorado y nos permite pasear a primera hora de la mañana por Marshalltown, el barrio en el que se encuentra nuestro hotel.
Hace más de un siglo que esta era una importante zona de comercio, con carruajes más parecidos a los del viejo oeste estadounidense de lo que pareciera esperar del continente africano. La Plaza Marshall era un hervidero de compra y venta de tejidos, productos agrícolas, minerales y piedras preciosas. Oro y diamantes como moneda de cambio y objeto de deseo de mercaderes y compradores llegados de Europa.
Minerales y diamantes extraídos de las numerosas minas construidas en los alrededores de Johannesburgo, la Ciudad del Oro. El otro día, cuando jugamos ante Honduras, escuchamos un gran estruendo en el Centro Internacional de Prensa que resultó ser una deflagración programada en una mina cercana al Soccer City. Algunos no creen en esta teoría, pero a mí me gusta.
En el paseo de hoy por Marshalltown hemos encontrado la reproducción de una mina, nos hemos cruzado con vagones en los que se transportaban los lingotes de oro y nos hemos reído fotografiando la reproducción a gran escala de la figura de un minero.
Sudáfrica es una mina y esta ciudad, insisto, tiene encantos desde sus estratos más subterráneos hasta un cielo, que cada día me parece más azul y más bonito.