SOY UN SUERTUDO

Charlie Carballo | Aficionado fiel
7 de Mayo de 2010

Cualquier persona que sepa que el infarto cerebral que me dejó postrado en una silla de ruedas se produjo a los 2 meses y medio de mi boda con Puri, dirá algo similar a “este tipo está mal de la cabeza”. Sin embargo, el pasado 6 de mayo fue uno de los mejores días de mi vida. En una entrega de premios del deporte vallisoletano que organiza el bar La Central y el club de rugby Cetransa El Salvador, recientemente proclamado campeón de liga, yo fui premiado con el valor humano en el deporte.


Cuando recibí la notificación no daba crédito, ya que pensaba que yo no era merecedor del premio, aunque durante toda esta celebración (pues “los chamizos” festejaban su 50 aniversario) estuve hablando con bastante gente que me daba a entender que ese reconocimiento era merecido.


La mayoría de personas conocen mi afición por el balonmano, pero quizás no sepan que, aunque casualmente no soy vallisoletano de nacimiento, yo me siento pucelano hasta la médula, y siempre me voy a alegrar con los triunfos de todos los equipos de mi ciudad.


El premio obtenido en realidad se lo debo a mi mujer. En primer lugar y ya de sobra suficiente, Puri se ha mantenido siempre a mi lado aún en mis peores momentos, y también porque ella tiene la valentía necesaria para ayudarme a realizar cosas que sin su participación serían completamente imposibles de llegar a realizar, muchas de ellas vinculadas al mundo del deporte. 


Pero de ese día, aunque siempre recordaré la entrega de premios en que la que fui uno de los protagonistas, lo mejor sin ninguna duda fue la cantidad de gente encantadora que conocí en el bar La Central, que fue el lugar en el que se desarrolló todo el acto, y donde su gerente Pablo hizo sentirnos a todos los presentes como si estuviéramos en nuestra propia casa. Allí me encontré con personas que ya conocía anteriormente, pero tuvimos la enorme suerte (mi mujer y yo) de poder mantener amenas conversaciones con gente que no conocíamos hasta ese momento.


En la vuelta a casa comentábamos que si no fuese por la mala suerte que tuve al sufrir el infarto cerebral que provocó el síndrome de cautiverio, probablemente no hubiésemos vivido un montón de cosas por las que hemos conocido a muchas personas. 


Evidentemente, si pudiese volver atrás no me gustaría sufrir un “patatús”, pero como eso ya nadie lo va a poder cambiar, como dice una persona muy querida por mí, SOMOS AFORTUNADOS.


No me quiero olvidar de dar la enhorabuena a los demás galardonados en el acto. Gracias El Salvador. No os imagináis la ilusión que me ha producido la consecución de este premio.