POSTDATA DE UNA BANDERA

Sara García | Periodista
18 de Junio de 2012

Estoy feliz, mucho, y cansada, mucho también. Ahora que me recupero un poco, por fin puedo escribirte otra carta porque ¡menudo fin de semana! Entre el partido del sábado y las celebraciones del domingo...uf, ¡qué tensión y que alegría!

Lo mejor es que ayer me colocaste de nuevo en la ventana, todo orgulloso y este verano no me vas a guardar en el armario hasta que empiece de nuevo la Liga. ¡¡Bien!! Y además, dijiste que yo ahora soy la bandera de la suerte, ¡guau!

Pero yo quería darte las gracias por haberme llevado contigo toda la temporada y haber disfrutado y sufrido contigo sobre todo estos últimos partidos. El sábado, me descolgaste del balcón y dijiste: ¡Hoy es el día! No sé qué día, pero la verdad era algo diferente porque fuimos al campo muy muy pronto. Cuando llegamos a una zona con juegos y con música, había muchas banderas más. ¡Qué ilusión! Y bufandas, y muchas camisetas, y todo blanco y violeta. ¡Qué bonito color!

A las 8 dijiste que ya para dentro del estadio. De vez en cuando me cogías y me agitabas cantando. El partido debió ser terrorífico para tus nervios porque me estrujabas tanto que casi me hacías daño. Me sorprendió que no comiste bocata en el descanso, ¡que no tenías hambre!, decías. Uy, uy, esto pinta mal.

Pero de repente, la gente empezó a gritar y ¡yuju! otra vez por los aires, me agitabas, me levantabas, cantabas, llorabas, gritabas los nombres de los jugadores, el himno sonaba a todo volumen...Estabas contentísimo, y yo también, claro.

Llegamos muy tarde a casa, decías que lo estabas celebrando y yo encantada porque me llevaste a una plaza que se llama igual que el estadio, ¡qué curioso!

Al día siguiente, otra vez fiesta. Fuimos a otra plaza, más grande, con muchíiiisima gente. Tus amigos también llevaban banderas y bufandas. Aquello era como una manifestación, je, je. Y cuando llegó un autobús con unos locos botando y cantando, me cogiste, me estiraste y me movías mucho más.

Sólo me asusté cuando fuiste a una tienda ¡ay, ay! que pensé que me cambiabas. Pero no, compraste una camiseta nueva, la del ascenso, también blanca y violeta, como yo. Y te oí decir, que yo era insustituible, que era la bandera de la suerte porque llevo escrito SOMOS DE PRIMERA.