OBJETIVIDAD DESDE EL CORAZÓN

Sara García | Cuidando el lenguaje
20 de Mayo de 2010

Hoy no voy a escribir sobre las faltas que se cometen en el lenguaje, sino sobre una palabra que este fin de semana ha cobrado vida entre los periodistas deportivos: objetividad. Una sola palabra que encierra otra aún mayor: profesionalidad. Según la definición de la Real Academia Española, la objetividad es la cualidad de objetivo, "perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir". Así es como han escrito y hablado los periodistas deportivos estos últimos días.


Esos periodistas, que a fuerza de ir a los entrenamientos y ruedas de prensa, acaban cogiendo cariño a unos jugadores, que no pueden abrazar porque deben mantener la compostura y decir las cosas claras. Esos que el domingo no podían consolarles, porque ellos mismos estaban tristes,  también es el club de su ciudad, también son los colores de su camiseta y, a la vez, es su trabajo. Cuando tu vida profesional y, en parte, económica, depende de que esos mismos jugadores corran y metan goles, es difícil mantener la cabeza fría. Y aún así lo hacen, lo han hecho.


La segunda acepción de la RAE dice: "desinteresado, desapasionado". Eso es lo que parecían mientras entrevistaban a los jugadores en sus momentos más duros. Es duro aguantar el tipo mientras ves llorar a Marcos y aún así, le colocas el micrófono para que haga unas declaraciones sobre qué tal se encuentra. Quizás porque los aficionados quieren saber lo que opina el capitán, pero también escuchar unas palabras a pie de campo, y mañana coger los periódicos para ver sus caras tristes o saber qué dice ahora el presidente. Y en todos esos sitios están.


Es difícil narrar un descenso, mientras el equipo de enfrente celebra una Liga, mientras sus gritos de alegría no te dejan escuchar los murmullos de Marcos, y te paras a pensar que ese equipo el año que viene no visitará Zorrilla. También es delicado mantener el balance entre decir unas cosas pero callar otras, entre lo que la afición tiene derecho a saber pero no querer hacer daño al club.


Es complicado escribir unas dobles sobre las posibilidades de que tu equipo marque en el Nou Camp cuando sabes que son tan remotas como subir de nuevo a Primera en un año. E ironías del destino, es difícil quitarse de la cabeza la alegría de entrevistar a un equipo campéon de rugby unas horas antes y ponerte la coraza de "desapasionado" porque el fútbol desciende. Ni una cosa ni la otra, ni abrazos por la mañana ni paño de lágrimas por la tarde. No pueden hacer nada, y sin embargo, lo sienten.


Clemente ha dicho que un club sube cuando tiene una ciudad detrás. Valladolid es una ciudad de Primera, como su afición, como los periodistas, que saben de sobra que la Segunda División no existe en los medios de comunicación. Si en Primera ya es difícil que alguien mire más allá del ombligo del Real Madrid y Barcelona, ¡imagínate en Segunda! Pero ellos lo volverán a hacer, aunque en su fuero interno hoy estén tristes o enfadados, volverán a sacar la bandera de la objetividad para informar a los aficionados.