Pablo Arias saluda a Porfi Fisac
Pablo Arias saluda a Porfi Fisac

LA SONRISA EN HOGAZA DE PAN

Guillermo Velasco | Obituario Pablo Arias
1 de Octubre de 2010

Es difícil, por no decir imposible, asimilar el adiós de un amigo, otro amigo, otro sabio, otro amante modélico del baloncesto. En la tarde de ayer Juan Pablo Arias Ubillos (Pablo Arias) nos decía adiós en silencio. Como cada día tras impartir clases en su amado colegio La Enseñanza se echó una ‘cabezadita’ antes de entrenar, esta vez para no despertar jamás. Se fue en silencio, sin hacer ruido, sin avisar, sin siquiera poder despedirse de su mujer Mar y sus dos hijos, Jorge y María, inseparables y firmes bastones en su amor infinito por el deporte de la canasta. Se fue, seguro, una hogaza de pan personificada, una persona que disfrutaba como pocos del basket, su basket, su insustituible complemento diario con permiso del cine.


Sin cumplir los 48 años, el destino quiso poner punto y final en la vida de  Pablo Arias, el entrenador de la sonrisa eterna, ese que disfrutaba abriendo cada día la ventana del futuro puliendo a jóvenes promesas, ese entrenador hambriento de conocimientos, estudioso de los rivales y que vivía como nadie la responsabilidad de llevar un equipo, ya fuera en el mítico Café Doce-EGB en los casi olvidados años 80, La Enseñanza, UVa-Ponce, Baloncesto Valladolid Maristas, selecciones de Castilla y León, en un equino de minibasket o en la presente temporada 09-10 en el Zaratán Contiendas de Primera femenina.


Inconformista como pocos, siempre buscaba ese grado de complicidad que le llevó a ganarse el respeto de árbitros, compañeros de oficio y jugadores. Pablo Arias tuvo el privilegio de degustar los dos baloncestos, el de ayer y el de hoy, el masculino y el femenino. Porque pocos técnicos podían presumir de mantener su interminable camino, su carrera,  viva, fresca y con un alto, altísimo grado de motivación, durante tantos y tantos años. Desde casi sus interminables dos metros de altura Pablo veía el baloncesto de una manera distinta dejando una huella, otra huella, similar a de su buen amigo Rafa Izquierdo, imborrable. Ayer a pesar del sol reinante en Valladolid un mar de lágrimas inundó no sólo el colegio La Enseñanza sino la totalidad del baloncesto de Castilla y León.


El tan querido Pablo Arias deja otro vacío -más bien un socavón- en la rica y emotiva historia de nuestro baloncesto. Los Víctor, Tomillo, Oscar, Carlos, Rafa (desde el cielo), Pepe, David, Samuel, Alberto, Pedrito, Paco, Porfi, Raúl... y ‘los sabios’ con los que compartía cena cada mes, lloramos tu adiós.


* Publicado en el Diario de Valladolid El Mundo el viernes 1 de octubre