Guillermo Sanz
Guillermo Sanz

¡Aú, Aú, Aula!

Guillermo Sanz | Periodista
13 de Mayo de 2013

Los espartanos de 300 se quedaron afónicos cuando vieron al Aula Cultural. Se aculillaron al ver un batallón con más carácter que el suyo. Estoy convencido de que su ya famoso grito de guerra no era ¡Au, Au, Au!, sino ¡Au, Au, Auuuuula. Bien, coño, bien!, pero se quedaron en el camino. Sin palabras, como yo, al descubrir lo que se les venía encima. Un ejército de pequeñas amazonas descaradas dispuestas a pisar la luna, como Neil Armstrong.




Desde las raíces hasta la copa del árbol que se plantó en Pajarillos allá por el año 1986, el Aula Cultural rezuma alegría, humildad y buen rollo. Un jardín zen en el que resguardarse de todos los nubarrones que rodean al deporte de élite. Agradecidos, siempre agradecidos, desde su presidente, Cayetano, al que la eterna corbata ayer no le escondía la felicidad que subrayaba su sonrisa, hasta su entrenador, Miguel Ángel Peñas, que ha hecho buena la frase esa que reza que el roce hace el cariño, y, es que, no me canso de repetirlo... Es muy fácil enamorarse del Aula Cultural.




Un flechazo deportivo que cautiva por su juego y por la sencillez de todo lo que le rodea. Empezando por unas jóvenes que vuelan como mariposas y pican como abejas (abejas reinas, eso sí), repartiendo golpes que ya le gustarían al propio Muhammad Ali que hubieran salido de sus guantes. Entre todas forman una montaña en la que cada una aporta un granito de arena, desde Amaia "Atrápame si puedes" Garibay hasta Cris Cifuentes, de la que debo de reconocer que si fuera entrenador de un equipo me gustaría formar de salida, al menos, con cinco clones suyos. Reponerse de los golpes con la firmeza que lo hace Cris está al alcance de muy pocos.




La calidad de Cecilia y Celia, las piedras que ponen Isa, Bea y Ana, el toque de veteranía de María y Raquel, el carisma de Lulu y Patricia, y el aporte anímico y vitamínico que aportan Zara y Laura, unido a los rayos X que tiene en los ojos Teresa Álvarez, capaz de ver un pase donde nadie más lo haría, hacen del Miriam Blasco una cueva que seria, a buen seguro, objetivo de Alí Babá y los 40 ladrones. ¡Ábrete Sésamo! y la puerta de la División de Honor se abrió ante sus ojos, ayudados, eso sí, por la cizalla de Isra, Jorge o Matute, siempre dispuestos a dar la talla en cualquier batalla, como reza una canción.




El juego ha alcanzado un nuevo nivel. Ahora toca codearse con las grandes, es el turno de imponer el estilo del Aula en la élite, jugando con un comodín escondido en la manga, el que guarda un equipo que no conoce ni el vértigo ni el miedo a lo desconocido. Que nadie sufra, que si no hay autobús ya se encargarán ellas de construir uno. Ya habrá tiempo de descubrir qué se esconde tras el pórtico de la División de Honor. Hasta que llegue ese momento, disfrutad del éxito, que os habéis ganado a pulso.




Jordan dijo que "algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasará y otras hacen que suceda". Pues bien, querido Michael, la chicas del Aula, quisieron que Valladolid tuviera un equipo en División de Honor, soñaron con ello, durmiendo abrazadas a un balón, como Oliver Aton, e hicieron posible que eso sucediera. Yo añado a las suyas tres palabras prestadas que forman una melodía contagiosa... ¡Aula! ¡Bien, coño, bien!