`ALINEADORES´ CON MICRÓFONO

Santiago Hidalgo | Periodista
1 de Marzo de 2010

Escucho, leo, oigo, veo…y parece un ‘deyavú’. Las coincidencias son asombrosas; los intereses ¿ocultos? Nunca lo sabremos.


Vicente Del Bosque era, por entonces, el entrenador del Real Madrid. El denominado “entrenador de perfil bajo” fue, sin embargo, uno de los mejores gestores de vestuario de ese Madrid de la galaxia. El salmantino confiaba a ciegas en el guardameta llegado procedente del Real Valladolid, César Sánchez. El de Coria era el titular y como tercer arquero despuntaba un joven Iker Casillas.


En los entrenamientos, en la labor diaria, César estaba bastantes puntos por delante de Iker pero en la final de la novena Copa de Europa, su lesión, y quizá algunos golpes de mala suerte, hicieron que Casillas le robara la portería blanca. Los méritos del ahora capitán de la selección son intachables. Su categoría de portero, indiscutible, también. Sin embargo, desde sus inicios y también ahora, Casillas ha ido acompañado de un halo de sobreprotección, de endiosamiento y de adoración muchas veces no justificado. El ahora ‘santificado’ arquero del Real Madrid tiene muchas virtudes, pero no debemos olvidar que también atesoraba defectos tan importantes como los balones aéreos, las salidas y el juego con el pie. Pese a que con el tiempo ha mejorado.


Esta campaña a favor de uno y en contra de otro partió de varios medios de comunicación que lo único que lograron fue ascender al cielo a Casillas pero en la misma medida que condenaban a César y a su autoestima a los infiernos, obligado a cambiar de aires y a demostrar en varios equipos y varios años después su categoría como portero. Y eso que no ha sido un guardameta con estrella. En sus debuts con el Valladolid encajó siete goles del Barcelona y con la selección nacional otro saco de ellos.


Sergio Asenjo llegó a orillas del Manzanares esta temporada por 5,5 millones de euros y con la fama y garantía de ser el futuro portero de la selección nacional. En la pretemporada fue el mejor de un Atlético de Madrid en el que la inestabilidad y las oscilaciones son norma general. El ex guardameta del Real Valladolid se contagió de esa dualidad amor-odio victoria-fracaso y condujo también su rendimiento personal por esos derroteros.


Y apareció en la titularidad el joven David de Gea que, dicho sea de paso, es un arquero de futuro, sobrio, con facultades y maneras. Estudia Ciencias del Deporte y no parece que el deporte profesional le cambie el paso.
Como sucediera diez años atrás, el periodista crea el debate, se pronuncia a los cuatro vientos, se decanta por De Gea, y condena a Asenjo, su fichaje, el gasto y el no confiar en la cantera rojiblanca.


El debate ‘nacional’ se desvirtúa. Cualquier parada de De Gea es enaltecida, cualquier gesto, cualquier maniobra. Con visos de ser el próximo en santificar, algún ex portero ahora metido a comentarista radiofónico ya se ha postulado diciendo que el seleccionador debe incluirle en la lista del Mundial de Sudáfrica. ¡Y lleva tres partido en la elite!


Su técnica de manos y en la portería es alabada, (me parece de justicia si es que es verdad) pero al mismo tiempo se aprovecha para criticar las malas manos y la mala técnica de portería de Asenjo. “Es que en la cantera del Atlético se ve que se trabaja este aspecto y en la del Valladolid, con todos mis respetos…”, llegan a decir textualmente, desconociendo los excelentes arqueros que han salido o se han formado en esta pequeña casa y en los últimos años.


Más allá, el aficionado atlético debería saber que estos comentarios de estos alineadores con micrófono son ridículos. Que la polémica generada entre estos dos jóvenes porteros amigos a lo único que puede llevar es a que ambos se pierdan. Uno, por hacerlo volar como en una nube y otro porque no se va a poder desenterrar de tanta arena echada sobre sus espaldas.


Quizás alguien de ese hilarante club debería darse cuenta de que la liga es muy larga, de que el concurso de ambos será necesario y de que este ‘apartheid deportivo’ no conduce a nada. Nelson Mandela (y Morgan Freeman -en Invictus-) sabrían sin duda solucionarlo.