ADIÓS MUCHACHOS
La afición sudafricana me había ganado desde que aterrizamos en Johanesburgo. Es cierto que ellos son quienes hacen retumbar en cada estadio las vuvuzelas, pero se les perdona por colorear cada sede del Mundial y por llevar colgada de serie una sonrisa.
Ver un partido de los Bafana Bafana (los muchachos) es un espectáculo, hagan lo que hagan en el césped. La actuación comienza cuando su autobús llega al estadio, los jugadores bajan uniformados, escuchando música en sus mp4 y bailando al son de ritmos africanos. Se les vuelve a ver saliendo por el túnel de vestuarios, cantando, saltando y dando palmas.
La selección sudafricana se marcha de su Mundial a las primeras de cambio y nos dejan huérfanos de sus cánticos, sus danzas e himnos. Se va con la cabeza alta, con cuatro puntos y la victoria ante la Francia que quiso reeditar la Revolución en territorio africano.
Viví el triunfo de los Bafana Bafana en el comedor del IBC y en cada gol, con cada ocasión, se montó una fiesta. Los camareros dejaban a un lado los cucharones para repartir calabaza, las cajeras daban vueltas alrededor de sus puestos y los voluntarios formaban una hilera para recorrer el restaurante a ritmo de conga. Los demás, aplaudíamos y gritábamos: ¡Bafana Bafana!.
Ahora que los muchachos han caído, voy a pedir a su afición que se apunte a La Roja, quizá el viernes los vayamos a necesitar.