Guillermo Sanz
Money, money, money... ¿Y la afición?
Guillermo Sanz |
Periodista
20 de Mayo de 2013
Ya lo cantaban Liza Minneli y Joel Grey en Cabaret... El dinero mueve el mundo, y si mueve algo tan inmenso como un planeta entero no lo va a ser menos con una afición que ya sabe lo que es mover montañas con su fe. El precio de las entradas que el club ha puesto para el último pase de la temporada ha caído como un jarro de agua fría en gran parte de la hinchada amarilla.
Los resultados no acompañaron la última jornada liguera y la permanencia matemática tendrá que jugarse a una única carta ante el Atlético de Madrid. El equipo madrileño debe sentir el asfixiante calor de una olla a presión de nombre Huerta del Rey. La medida de cobrar a 20 euros el pase para la gran final de la temporada podía haber salido de la mente brillante del peor enemigo del club. En una pelea contra un gigante es mejor estar bien respaldado y no espantar a los amigos dispuestos a luchar a tu lado.
Que las arcas del club están en números rojos no es ningún secreto, pero si una de las opciones de revitalizar la economía del Balonmano Valladolid pasa por hacer caja con los aficionados en un momento tan delicado, tanto para los jugadores como para los seguidores, como este, es que la canana de la nueva directiva se ha quedado sin balas mucho antes de lo previsto.
Pongamos un ejemplo práctico. Un aficionado lleva a un amigo o a un familiar a vivir un partido como el que se espera el sábado. Esa persona en cuestión nunca ha respirado el olor que flota en el ambiente de un Huerta del Rey lleno. Se embriaga y experimenta un flechazo por un equipo, por una filosofía o por una incondicional hinchada que le incita a volver el año que viene. Así se hace afición y así se hace grande un club.
Las opiniones son libres. A veces convergentes y otras divergentes. Es eso lo que las hace tan maravillosas. La mía es que nadie se merece que se haga negocio con las necesidades. Ni los aficionados que llevan todo el año soportando gustos, sustos y disgustos desde la grada y que quieren compartir ese momento mágico, ni el que lo fue y este año no lo ha sido por diferentes motivos y que ahora quiere reengancharse. Nunca es tarde para volver y la parábola del hijo pródigo siempre es buena. Pero sobre todo, creo que los que más se merecen un Huerta del Rey vestido de gala, hasta la bandera, son los jugadores. Después de soportar carros y carretas, vestidos con el traje de la profesionalidad, sacrificándose física y económicamente, aguantando la sonrisa y la compostura para que el club siga escribiendo líneas en la historia de la máxima categoría.
Y dando una vuelta más de tuerca, tal vez, quien más se lo merezca sea Juan Carlos Pastor. Por las butacas de la directiva, los asientos de los aficionados y por la cabinas de prensa hemos pasado cientos o miles de personas (No sabría calcular, las matemáticas se me dan peor que al mister), pero el banquillo lleva 18 años con el mismo dueño. El sábado se despide. Es tiempo de migraciones. Muchos de los que hemos vivido, sufrido, disfrutado, aplaudido o llorado por el Balonmano Valladolid queremos despedir a uno de los mejores entrenadores del mundo como se merece: "Estilo Huerta del Rey", donde no cabe ni un alfiler, donde todo el mundo viste de amarillo, donde la grada ruge como lo hace el rey de la selva, donde a los rivales parece que les falta el aire y, sobre todo, donde el dinero no sea el muro que separe a jugadores y aficionados, que deben de ser uno para celebrar el sábado la permanencia, vestidos todos con un color... que no es el del dinero.