LA CASA DE LOS DESPROPÓSITOS
Decía el alcalde de Valladolid hace unos días que había periodistas que sólo querían la desaparición del Club Baloncesto Valladolid. Yo le debo decir al señor León de la Riva que, visto lo visto, son los dirigentes vallisoletanos los que parecen empeñados en que no tengamos más baloncesto en nuestra ciudad.
Porque se pueden hacer las cosas bien, mal o como lo hacen de un tiempo a esta parte los responsables del Blancos de Rueda Valladolid (y me duele mucho poner por delante al patrocinador). A los problemas económicos, sin visos de solución, se ha unido una prepotencia y desprecio de sus principales dirigentes y un descontrol que ha tenido como último ejemplo el fichaje frustrado de Will Hanley.
Una incorporación que había pedido Roberto González, que los medios de comunicación habían anunciado días atrás y que la directiva ha decidido desautorizar cuando Oviedo Baloncesto ya lo había hecho oficial y el jugador ya preparaba las maletas.
Ahora los responsables de la entidad, que no se sabe si son los miembros del Patronato, el presidente, el vicepresidente, los concejales o el alcalde, alegan la situación económica del club para no fichar. Un argumento que pudo valer hace apenas siete días con la llegada del argentino Porta.
Pero la realidad no es esa. La realidad es la guerra abierta que mantiene el director deportivo, Eduardo Pascual, con responsables de la entidad vallisoletana. Guerra abierta sazonada con deudas eternas y venganzas personales. Una demostración más de la imagen que fuera de las canchas ofrece al mundo entero el Blancos de Rueda Valladolid.
Lo que parece claro es que la plantilla de Roberto González no tiene al enemigo en la cancha de Pisuerga sino en las oficinas de un club que se desangra sin remisión. Y debo recordarle al señor alcalde que, si el baloncesto desaparece, algunos nos iremos al paro. Por eso, yo por lo menos no disfruto contando estas miserias.