Fernando Hernández bate desde el extremo a Lloira. FOTOS: Mariano González
| Liga Asobal
31-23: Fernando Hernández "conxura" la salvación
13 de Abril de 2013
Cuenta la historia que Ponce de León vivió los últimos años de su vida buscando la fuente de la eterna juventud en los paisajes caribeños. El explorador no buscó bien, la tenía escondida Fernando Hernández dentro de su petate, guardado a buen recaudo en una taquilla de Huerta del Rey. El veterano jugador pegó un sorbo largo a su petaca de la pócima y rejuveneció veinte años para brillar ante el Academia Octavio. Un duelo al atardecer que terminó con los vallisoletanos poniendo distancia con los puestos de descenso. Dos puntos y gol average en el bolsillo.
Un primer acto brillante dejó el segundo casi sin historia. Media hora de trabajo y otra media para vivir casi de la rentas. Así se podría definir la victoria del Cuatro Rayas Valladolid; sin embargo, los primeros compases del partido dieron otra impresión. Con el equipo vigués bien colocado en defensa, la retaguardia gallega parecía una fila india de peones rojos, difícil de penetrar hasta que Ávila se subió al caballo, saltó por encima de las cabezas y con un movimiento en forma de ele abrió la lata amarilla. Mientras, las fichas del tablero de Quique Domínguez defendían a su rey con uñas y dientes, viendo cómo en el minuto dos Isma Juárez quedaba a su equipo en inferioridad.
La primera embestida pucelana, con Víctor Alonso efervescente durante el primer tramo, terminó con un 3-1 al que el Octavio supo poner cura (3-3). En cuanto a la tirita gallega se le marchó el pegamento la herida empezó a sangrar a borbotones, y el Cuatro Rayas aprovechó para meter el dedo. Una morbosa curiosidad que trajo un parcial de 4-0 que obligó a Quique Domínguez a pedir una tregua. Sin puntos de sutura disponibles, el equipo de Juan Carlos Pastor siguió a lo suyo, optando por hacer pagar caro al bloque vigués cada fallo e imprecisión que cometía. La letra con sangre entra, y a golpe de vara el Cuatro Rayas llegó hasta un 13-5.
Fernando Hernández continuaba disfrutando del efecto del elixir de la eterna juventud. Anotó siete goles en el primer periodo, comandando los mejores momentos del Cuatro Rayas. Como Paco Martínez Soria, el vallisoletano está hecho un chaval y contagió de su vitalidad a otros veteranos como Ávila, que hacía sus labores en todos los puntos de la pista, o Jorge García Vega, que impartió cordura y tranquilidad desde el central; justo lo que faltaba en el juego de su rival, al que la aceleración excesiva provocó un accidente que terminó en siniestro total cuando aún quedaba un tiempo por jugarse.
Cualquier intentona gallega era rápidamente frenada por Lamariano. El eibarrés sacó del plumier sus plastidecor y aportó paradas de todas las formas y colores posibles. Una, dos... y hasta 13 intervenciones sumó el guardameta, dando aún más sensación de solidez a la seria defensa vallisoletana.
Un nuevo tiempo muerto de Quique Domínguez no mejoró el panorama gallego. La queimada se les subió a la cabeza y se vieron incapaces de sobrevivir ni al torrente amarillo ni a las cuatro exclusiones sufridas en el primer periodo. Cuando el reloj marcaba un minuto en la cuenta atrás para el tiempo de asueto el marcador se disparaba hasta el 18-8; una ventaja notable que logró maquillar Cacheda. El tiempo muerto que solicitó Pastor para intentar recuperar la renta en la última jugada quedó en anécdota y los equipos se retiraron al vestuario con un 18-9 que dejaba muy poco verde en el páramo gallego.
De vuelta al terreno de juego el partido se convirtió en el juego de policías y ladrones. El Academia Octavio intentaba recortar la diferencia, pero la misión parecía tan difícil como cortar un solomillo con el cuchillo de la mantequilla. Sin apenas filo, sólo Fran González parecía capaz de encontrar un hueco en la defensa amarilla. Isma Juárez también apostaba por un intento a la heroica, pero ya era tarde.
A medida que los minutos pasaban, la relajación se instalaba en los músculos de los pupilos de Juan Carlos Pastor, que despertaban para jugar a su favor con una renta que rondaba los siete goles , sin apenas pasar apuros. Cuando la ocasión lo requería, la bestia despertaba para anunciar de su presencia a los que la creían dormida (26-17).
La movilidad de Cacheda era mal entendida por sus compañeros. La joven perla gallega predicó en el desierto. Nadie le escuchaba. En un oasis cercano, Fernando Hernández seguía sumando hasta la decena de goles, con Patrick Eilert repasando las cuentas. El nórdico se mostró generoso en la asistencia, firme en defensa y letal en ataque, aportando media docena de tantos al marcador.
Sin mucho más por lo que luchar, el partido llegó hasta la orilla con un 31-23 que deja a los vallisoletanos un poco más cerca del objetivo de la permanencia y un poco más lejos de los puestos de descenso.
FICHA TÉCNICA
31.-CUATRO RAYAS VALLADOLID (18+13): Lamariano (p.), Krivokapic (2), Eilert (6), Ávila (2), Peciña (3), Megías (-) y Víctor Alonso (3) - Siete inicial- También jugaron: García Vega (2), Fernando Hernández (10, 4p.) César Pérez (1), Lacasa (-), Porras (1) y Roberto Pérez (1).
23.- ACADEMIA OCTAVIO (9+14): Lloria (p.), Ismael Juárez (5, 1p.), Dasilva (-), Cacheda (4), Cerillo (2, 1p.), Kallman (2) y Frade (3) -Siete inicial- También jugaron: Chantada (p.s.), Germán Hermida (-), Fran González (6), Arkaitz Vargas (-), Alemany (-) y Giráldez (1).
Parciales: 1-1, 5-3, 11-5, 14-6, 16-7, 18-9 -Descanso- 19-12, 23-14, 23-16, 26-17, 28-20, 31-23 -Final-
Árbitros: Escudero Santiuste y Escudero Santiuste. Excluyeron dos minutos a Ávila (MIn.32) y Peciña (MIn.34 y Min.40) por parte del Cuatro Rayas Valladolid y a Ismael Juárez (Min.2), Frade (Min. 12 y Min. 48), Arkaitz Vargas (Min.19) y a Dasilva (Min.23 y Min. 42) por parte del Academia Octavio.
Incidencias: Partido perteneciente a la vigésimoquinta jornada de la Liga Asobal, celebrado en el Polideportivo Huerta del Rey ante, aproximadamente, 1.900 espectadores. En los prolegómenos del partido se guardó un minuto de silencio en memoria del recientemente fallecido periodista gráfico Luis Laforga.