| Cuatro Rayas Valladolid
Una despedida amarga para Ávila
25 de Mayo de 2014
El adiós a un grande, grande de estatura, pero más como jugador y como persona. En la pista de Huerta del Rey, con una victoria en una mano y el descenso en la otra, se despidió como jugador del BM Valladolid José Ángel Delgado Ávila. Toda una vida en este club, como rezaba una pancarta que desplegaron por sorpresa sus amigos.
A las 17 horas comenzaba el partido, su último partido con el 20 a la espalda. Muchos recuerdos se agolpan, muchas veces saliendo por ese vestuario, saludando a esa afición que hoy espera un milagro. Se sabe dónde están ubicados su familia y amigos porque tienen dos pancartas con su nombre. Los ve y sonríe. No quiere llorar, aunque en el calentamiento ya ha soltado alguna lágrima. "Me emocioné al ver el pabellón lleno y ser consciente de que se acababa la historia del club, toda esa gente que estaba allí es el reflejo de esta historia", afirma Ávila.
En el descanso les dicen el resultado de Puerto Sagunto y ya saben que no hay nada que hacer. Pero el último partido no puede ser una derrota. Amarga despedida. "Es una pena que un club como el nuestro, con la historia que tiene a sus espaldas llegue al final con tantos problemas, económicos y extradeportivos. Ni los jugadores ni la afición nos merecíamos este desenlace", asegura.
La victoria no vale, pero la afición vuelve a ser la de siempre, la que él recuerda de tantos años, la que aplaude y canta desde el minuto 40, la que se levanta a cinco minutos del final para que su grito suene más alto. "En el campo se siente el calor de la gente. Según se iba acabando el partido veía morir el club sin remedio y todos éramos conscientes de ello. Todos los jugadores hemos llorado por eso", explica después.
Y entonces, en el pitido final, en medio de los abrazos con sus compañeros, se cierra una etapa, una larga etapa en este club y en el balonmano. Es el momento de la despedida de su pabellón y de su afición. Los jugadores dan la vuelta a la pista aplaudiendo. El público les responde entre aplausos y lágrimas. Se han vivido muchas cosas en Huerta del Rey, muchas emociones, muchas alegrías y tristezas. "La afición ha estado incondicional hasta el último aliento. Es lo mejor que me ha pasado. El ver como la gente si le importa y siente esto como yo".
Así abandona el campo uno de los veteranos en este vestuario joven. De inmediato se incorpora a un puesto de trabajo muy diferente del que ha tenido hasta ahora. "Voy a incorporarme a una nueva vida laboral, pero seguiré vinculado con el balonmano porque lo llevo en la sangre", responde convencido.
Pero siempre será Ávila, unos niños se acercan a pedirle un autógrafo, otros quieren una foto. Él accede a sus deseos entre sonrisas y lágrimas. Se acerca a saludar a su familia y amigos. Otra foto. Más abrazos, más lágrimas, más sonrisas. Muchos recuerdos. ¿El peor? "Los dos últimos años. No poder evitar lo que se venía encima. Han sido sentimientos de vacío, como perder a alguien querido", dice. ¿Y el mejor? "Algunas victorias especiales, ganar los primeros títulos y también ver crecer el club de la nada y llegar a lo más alto". Su club. El BM Valladolid.