FOTOS Mariano González
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Atletismo  |  San Silvestre 2015

Uno más por las calles de Valladolid

28 de Diciembre de 2015
Escrito por
Marcos Lorenzo
Participantes de todas las edades se mezclaron por las calles Valladolid. La salida fue limpia, apenas hubo empujones por los puestos de cabeza. Esa zona quedó reservada para los ganadores de la última edición y los atletas inscritos. Tras ellos, y de manera organizada, más de 3000 corredores formaron una larga fila sobre el asfalto. Unos minutos antes, una pareja de animadores y su baile zumba habían amenizado el calentamiento.


Con ritmos muy dispares, los participantes se lanzaron por el puente de la Avenida José Luis Arrese. Afortunadamente, la anchura de la calzada facilitó los adelantamientos. La subida y la bajada por el Paseo Isabel la Católica, sirvieron para que los corredores calentaran las piernas y fueran ajustando el ritmo. Así en poco tiempo se cubrió el primer kilómetro de carrera.


La Calle de María Molina condujo a todos hacia la primera vuelta alrededor del Campo Grande. Tres largos tramos, que acababan de nuevo en la Plaza Zorrilla, esperaban a los deportistas mañaneros. Esta parte del recorrido sirvió para ir dejando a cada uno en su lugar. Por todos lados se vieron participantes remontando posiciones, algunos corredores experimentados, otros demasiado optimistas.


El público animaba a ambos lados del trazado, especialmente en la zona más céntrica de Valladolid. La Calle Santiago fue uno de los puntos más concurridos. Si bien es cierto, que los múltiples pasos por Plaza Zorrilla permitieron que hombres, mujeres y niños vieran varias veces al nutrido pelotón. Tras dejar atrás la Plaza Mayor, llegó el terreno más irregular del circuito. Ferrari, Cánovas del Castillo y Calle Catedral condujeron al grupo hasta la Plaza de Portugalete. 


Se acercaba el ecuador de la prueba, y muchos ya respiraban con dificultad. Hubo caras de sufrimiento en la pequeña subida de Arzobispo Gandásegui hasta la Plaza de la Universidad. Siguiendo el camino por López Gomez, unos trataban de recuperar esfuerzos de la parte inicial, mientras otros avanzaban gracias a su buena gestión de la distancia. Así se llegó a otra plaza emblemática de la ciudad, la de España. Al paso por Miguel Íscar, cada uno trataba ya de hacer balance de sus fuerzas. Los atletas de nivel encaraban ya la recta de meta, años luz por delante del resto de los mortales. 


Tocaba rodear de nuevo el mítico Campo Grande. Esta vez se hacía en sentido inverso. En la Acera de Recoletos, los últimos rezagados se cruzaron con los que ya veían el final a menos de dos kilómetros. ¡Ya queda poco!, se podía oír entre los espectadores. Los tirones por el sobreesfuerzo se hacían más frecuentes. También había quien tenía que deshacerse de parte de su ropa de abrigo. 


Llegaba el último kilómetro. No era extraño reconocer la vestimenta de quién llevaba gran parte de la prueba en puestos cercanos a los de uno mismo. Este hecho sucedía especialmente con aquellos que habían salido disfrazados o con atuendos llamativos. Entre unos pensamientos y otros se llegaba al cuarto y último paso por la Plaza Zorrilla. Un grupo de niños daba el último aliento y chocaba las manos de quienes corrían cerca de la acera, metros antes de la recta final. 


Solo quedaba la Calle Doctrinos, antes de cruzar de nuevo el Puente del Milenio. En estos últimos metros, algunos se animaron a esprintar. Unos pocos que guardaron fuerzas, o las sacaron de donde no las había. Al pasar por el gran arco se sucedieron los suspiros de alivio. ¡Ufff..!, se dijeron muchos. Otros preguntaban incesantemente por su tiempo. Pero el principal objetivo, el de recaudar fondos de forma benéfica, estaba cumplido.