17 | Turismo y Deporte

Encontrar el oasis en medio del desierto

Dragan Isailovic | Serbia/Valladolid
1 de Agosto de 2012
Escrito por
Marlo Carracedo

Un marco vallisoletano incomparable, a los pies de la inacabada Catedral, que guía nuestra mirada a través de la piedra blanca que se eleva rotunda por encima de nosotros, abriga el encuentro con nuestro protagonista en la terraza de su restaurante, Nippon. Un exjugador del Real Valladolid que encontró más satisfacciones fuera del campo que dentro.


A Dragan Isailovic (Obrenovac, 12 de enero de 1976) se le abrieron dos caminos, ambos con trampa, y escogió la opción más difícil. Tan sólo contaba 21 años cuando se separó de su familia y se desvinculó de su equipo de toda la vida, pero ante él se descubría una oportunidad que ningún futbolista puede rechazar, la de jugar en una de las ligas más potentes del viejo continente, además de firmar el traspaso más caro de un club histórico de Primera.


Había visto un oasis de agua cristalina y palmeras que se elevaban sobre un manto verde en un vasto desierto, caminó hacia él pero cuando lo tenía justo delante, desapareció. Cuando todo se tuerce, cuando el oasis desaparece, es el momento de dejar que la vida te pase por encima o de buscar agua y construir tu oasis.


Vida deportiva


La antigua Yugoslavia vio nacer a este ariete formado en las categorías inferiores del Partizán de Belgrado, su equipo desde la infancia. Una Copa y 13 goles en 20 partidos que le colocaron como cuarto máximo goleador de la liga de su país fueron razones suficientes para que un equipo de la Primera División española se fijara en él. El Real Valladolid no sólo le puso un papel sobre la mesa, le ofreció cambiar su vida y sus aspiraciones y no fue una decisión fácil.



"Tuve mis dudas porque el Partizán era un equipo grande, como aquí el Real Madrid o el F.C. Barcelona, pero vine por la mala situación de mi país y por lo que podía ofrecerme una liga fuerte como la española".



El Real Valladolid se hizo con el delantero de 21 años en 1998, firmando el traspaso más caro de la historia del club, aún hoy, por 550 millones de pesetas y cuatro años. En un equipo con delanteros de peso como Peternac o Víctor, tenía que esperar y aprovechar las escasas oportunidades que le brindaba Kresic. A pesar de jugar poco, el Atlético de Madrid se fijó en él para el mercado de invierno pero unos pocos minutos impidieron que, por contrato, pudiera fichar. El verdadero punto de inflexión llegó cuando en un partido contra el Salamanca se lesionó de gravedad tras una entrada de Edu Alonso que marcó su carrera deportiva y le impidió demostrar las cualidades que le trajeron a la meseta castellana. Para el serbio la lesión fue “un palo" porque era grave y tenía sólo 21 años. "Al principio fui optimista pero el año siguiente el club me dejó sin ficha”, explica.


La temporada 99/00 fue muy dura para el futbolista que, a pesar de no tener ficha, guarda buen recuerdo de su entrenador aquella temporada, Gregorio Manzano, del que afirma ser “muy buen entrenador”.


Guerra


Al mal momento que atravesaba en el plano deportivo, se sumó la guerra en su país, hecho que recuerda con un dolor visible en sus ojos y que le hace temblar la voz. Isailovic cuenta lo duro que fue tener allí a su familia, la impotencia y la incertidumbre de la distancia. Intentó traerlos a España pero solo pudo convencer a su hermana y a su pareja en aquel momento, sus padres no quisieron porque “la gente allí tiene mucho orgullo por su país, además mis padres tenían unos puestos de trabajo que no podían abandonar durante la guerra”. La madre trabajaba en un centro de salud y su padre en una central eléctrica que recuerda “habían bombardeado Belgrado y la central era un punto estratégico para atacar”.


Esta situación, según reconoce, le hizo apartar el fútbol de su cabeza. La guerra, la lesión y la falta de confianza terminaron con una progresión que se diluyó a orillas del Pisuerga y que impidió que llegara a debutar con la selección absoluta tras ser internacional en las categorías inferiores.



"No sabía lo que estaba pasando en mi país, mi familia no me decía nada o me decía que no pasaba nada para no preocuparme".


La situación borró de su mente el plano económico y rescindió en la temporada 2000/01 su contrato con el Real Valladolid para recalar en Burgos, donde la mala suerte le acompañó y, tras conseguir la permanencia en el campo, descendió en los despachos. No sólo eso, el equipo quedó encuadrado en un grupo con valencianos y catalanes, es decir, viajes largos que el club costeaba con dificultades por los problemas económicos, lo que obligaba a realizar el viaje en autobús y a volver el mismo día. Entonces lo tuvo claro, “acababa de nacer mi hijo y no estaba dispuesto a jugarme la vida en la carretera cada 15 días”.


Comenzaron las mudanzas para el delantero serbio, que pasó por Portugal, Bulgaria y Chipre, donde vivió su mejor momento como futbolista. Los viajes se terminaron e hizo las maletas por última vez cuando nació su hija y decidió regresar definitivamente a España, donde llegó a jugar la promoción de ascenso con el Alcoyano, pero fue eliminado por el Burgos.


Valladolid


Valladolid le ha mostrado a Dragan Isailovic dos versiones muy diferentes de la vida, la más sombría la sufrió en el plano deportivo, pero la ciudad se lo devolvió en el plano personal y ahora dos razones le atan a la ribera del Duero. A pesar de la mala experiencia deportiva, habla del Real Valladolid como "su equipo" y tiene muchos amigos en el club, entre ellos, el actual entrenador Miroslav Djukic, del que habla maravillas y afirma que ha sacado "el 120%" del equipo.



"Djukic Ha tenido mucha parte de culpa en el ascenso y ha dado un estilo de juego al equipo muy difícil de realizar en Segunda, una liga con jugadores muy experimentados y de mucho contacto".



Juega con los veteranos del Real Valladolid y su hijo tiene la camiseta del Pucela, aunque reconoce que también es del Real Madrid y del Partizán de Belgrado. No sabes si renovará la equipación de su hijo este año, aunque la suya lo tiene claro: “la camiseta nueva tiene las rayas más anchas y hace más “gordete”, así que espero que no nos la pongan a los veteranos porque sino, vamos a parecer cualquier cosa”, ríe.


A la pregunta de si le gustaría que su hijo tuviera un futuro vestido de corto después de su experiencia, contesta: “Me encantaría que estuviese metido en el deporte. Si llega a ser futbolista, me alegraré porque es un trabajo muy bonito y qué mejor que poder hacer lo que te gusta y vivir de ello” y añade con orgullo paternal el buen golpeo de exterior que tiene su hijo a pesar de su corta edad.


Futuro


Isailovic fortaleció su vínculo con la ciudad abriendo el primer restaurante japonés en Valladolid, "Nippon". Recuerda una anécdota de una “señora japonesa de unos 70 años que se presentó en el restaurante, porque era el único japonés, buscando a una amiga que vivía en Valladolid y conseguimos que se reencontraran 40 años después”.



"La idea del restaurante se fraguó por la predilección que tiene por una cultura gastronómica sana como la japonesa y por un amigo. Su actual trabajo le ha dado algunas de las alegrías que le quitó el fútbol".


Otra de sus aspiraciones para el futuro, dentro de lo que su negocio se lo permita, es la de formar parte del Real Valladolid. El serbio propuso al club hace algunos años crear una escuela de fútbol en su país que llevase el nombre del Real Valladolid para poder traer jóvenes talentos, pero la idea no llegó a concretarse, aunque no descarta volver a tener algún contacto al respecto. De momento se plantea sacarse el título de entrenador para, algún día, estar vinculado al filial. Pero esos nuevos retos los deparará el futuro, de momento está recuperando lo que le quitó el fútbol profesional y se dedica a su familia y a su negocio.


Ahora sólo lo pasa mal cuando pierde con los veteranos o cuando va a ver a sus amigos del primer equipo, del Cuatro Rayas o del C.B. Valladolid, aunque también cuando ve a Valentino Rossi por la tele. La copa de vino se acaba y el rostro de Dragan Isailovic deja ver que este valle de aguas, esta tierra de viñedos y deporte fértil han borrado las cicatrices que una vez le dejó el verde. Ya tiene su oasis.