TECNÓCRATAS DEL BALÓN

CHUS RODRÍGUEZ | Mercado de fichajes
1 de Febrero de 2013

Quizá por ya estar acostumbrados asumimos con normalidad lo acontecido en los últimos años en el Real Valladolid; un mercado de fichajes que agoniza y un jugador que no viste la blanquivioleta por detalles que se terminan convirtiendo en barreras insuperables. Se llame William Ferreira, Ismail Aissati o Fausto Rossi. Cada operación, un mundo, no cabe duda; pero si uno entrena varios meses y no llega a jugar, otro se da media vuelta con la camiseta serigrafiada y el último "llegará esta tarde o mañana" y nunca aparece, igual toca valorar la posibilidad de que algo se esté haciendo mal. 


Fichar en Primera División para obtener un rendimiento inmediato es díficil, muy díficil. Justo es reconocer esa importante premisa. A Marcos no se le puede pedir más en menos meses. A Suárez, en las dos últimas temporadas, quizá tampoco. Al menos en la tarea de supervisor, faceta que parece estar asumiendo. Entre un Ebert, un Víctor Pérez, un Rukavina y un Omar, casi siempre hay un Neira (ojalá el argentino se termine uniendo a la lista de aciertos "por cuatro duros"). Fichar por fichar es un error, no hacerlo por una serie de pormenores es una pena.


Una pena, en mi opinión, que haya operaciones que no se hagan cuando todo parece cerrado. Básicamente, porque el club queda en calzoncillos y con poco margen de maniobra después de haber sudado la gota gorda por buscar la mejor opción para el Real Valladolid. Sea para que alguien salga, como en agosto; o para que alguien llegue, como en enero. ¿No se pueden sortear esos flecos?.


Cuando Alberto Marcos dejó el fútbol, lo hizo siendo el jugador con más partidos con la elástica del Real Valladolid en la historia del club. Nadie le tosía en sus última temporada. A mí se me quitarían las ganas, desde luego. Son galones, respeto que uno se gana con el tiempo sobre el verde. Pero cuando Marcos llegó en 1995, lo hizo como cualquier joven de 21 años, inocente y empezando en el fútbol. Estuvo al lado de un ya rodado Torres Gómez o un consolidado Juan Carlos Rodríguez.  Y con mejores y peores compañeros, y peores y mejores resultados, pasaron los años hasta ser Alberto Marcos, el Rey de Zorrilla.


En las oficinas también hay un comienzo y conviene estar bien rodeado. De gente experta en la materia y con muchos partidos en operaciones. Temo que al Real Valladolid le falte esa figura. Marcos es un canterano en la materia y Suárez parece más centrado en ajustar los números, que falta hace. En fin, creo que no sobraría alguien que detecte el incendio antes de oler el humo para evitar disgustos de última hora.